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¿Progreso?

¿Progreso?

Los biólogos evolucionistas, con Francisco Ayala al frente, han dedicado mucho tiempo y notables esfuerzos a explicar que el concepto de progreso no tiene sentido en el mundo de la vida. Cada especie de las existentes hoy ha seguido un camino evolutivo que permite entenderla como el estadio final (por ahora) de un proceso de adaptación cambiante para explotar el medio ambiente. Si una determinada especie se puede comparar con otra, será con las que antecedieron a la que ahora existe. Comparar especies actuales entre sí, sosteniendo que una de ellas en particular supone un progreso frente a otras, supone un error magistral.

No obstante, matemáticos como Maynard Smith una de las figuras prominentes de la teoría de juego han planteado la posibilidad de identificar en la evolución que se ha producido en nuestro planeta desde el surgimiento de las primeras formas de seres orgánicos hasta las actuales una serie de momentos en los que el cambio en la manera de transmitir la información supone un acontecimiento al que se podría calificar de revolucionario. El primero de ellos consistiría en la aparición de las moléculas autorreplicantes (los ácidos nucleicos) y el último el de la emergencia en nuestra especie, Homo sapiens, del lenguaje.

Un simposio organizado como homenaje al propio Francisco Ayala con motivo de su investidura de doctor honoris causa por la universidad de Comillas (Madrid) tuvo como hilo conductor la pregunta acerca de si hemos llegado al final de la evolución a causa de la existencia de la cultura o si nuestra realidad de hoy será superable. Ayala sostuvo que cualquier superación previsible en los próximos tres mil años, que es el lapso aproximado de tiempo que tardaría en aparecer un cambio evolutivo en nuestro material genético capaz de reflejarse de manera notable en el fenotipo, las diferencias importantes que van a aparecer serán todas ellas culturales. Tres mil años suponen demasiado tiempo para poder acordarnos siquiera de la hipótesis pero el argumento de Ayala es razonable: los progresos debidos a la cultura existen no son sólo cambios, sin más y avanzan a un ritmo exponencialmente acelerado. Basta con imaginar cómo era nuestro nivel tecnológico hace tres mil años, e incluso hace sólo medio siglo, sin Internet ni teléfonos móviles.

El progreso cultural, sin embargo, no supone garantía de éxito para el soporte biológico que ha llevado a ese avance brutal de las técnicas disponibles. Los humanos hemos alcanzado un número de individuos que amenaza la existencia misma de la especie, y no parece que ese hecho pueda considerarse un progreso biológico por más que en sentido estricto, entendiendo éste como el nivel alcanzado en la capacidad para transmitir alelos a la siguiente generación, quepa hablar de éxito sin precedentes. En qué paradoja más tremenda estamos metidos. El progreso puede terminar con nosotros.

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