Decepción en la UIB. El premio Nobel de Física 2016 ha sido otorgado, finalmente, a David Thouless, Duncan Haldane y Michael Kosterlitz por investigar la materia exótica en el mundo cuántico, dejando de lado el proyecto de ondas gravitacionales, en el que participa la Universitat de les Illes Balears.

Hoy todas las quinielas apuntaban a la iniciativa LIGO por haber detectado por primera vez la existencia de ondas gravitacionales: un hito que supone el inicio de una nueva era en la astrofísica y el comienzo de un nuevo campo, el de la astronomía gravitacional. Pero no ha podido ser esta vez.

El Grupo de Relatividad y Gravitación de la UIB, con el doctor Sascha Husa y la menorquina Alicia Sintes al frente, ha contribuido con su labor de análisis de dato al hallazgo, que ha confirmado, cien años después, el único fleco de la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein que quedaba por confirmar. La UIB es la única universidad española que trabaja con LIGO, una colaboración científica internacional en la que están implicados más de un millar de investigadores de 16 países distintos.

El pasado febrero, LIGO confirmaba haber registrado por primera vez en la historia la existencia de estas ondas, resultantes de la fusión de dos agujeros negros. Apenas tres meses después, esta colaboración internacional anuncia una nueva detección.

Las ondas gravitacionales son ondulaciones del espacio-tiempo que se generan como resultado de fenómenos muy violentos en el cosmos; fenómenos que irradian mucha energía como la fusión de agujeros negros, las explosiones estelares en supernovas o parejas de estrellas de neutrones. Poderlas registrar es un paso muy importante para la física teórica ya que supone una nueva manera de recabar información sobre el universo, al tener la posibilidad de lograr datos que eran inaccesibles con los métodos utilizados hasta ahora, como los rayos X o las ondas electromagnéticas.

Los expertos han situado este hallazgo como un antes y después en la física teórica y uno de los descubrimientos más importantes del siglo, junto al Bosón de Higgs. Por eso, todas las quinielas apuntaban a que el Nobel de Física de este año recaería en LIGO. En la Universitat, han vivido hoy con mucha expectación la jornada del anuncio desde Suecia, pendientes del premio que al final no ha podido ser.