Que no nos quiten ese pequeño placer que es tomar algo a la fresca
Las terracitas son para el verano. Que nos las quiten supondría todo un ejercicio de sadismo municipal, una sibilina forma de legalizar la tortura. ¿En serio quieren que cenemos o tomemos una copa asfixiándonos encerrados entre cuatro tristes paredes con lo a gustito que se está ahí afuera? La alternativa será aún peor: el botellón más salvaje se instalará en parques, paseos y playas. La reforma laboral del PP y los recortes pueden pasar, pero la ciudadanía jamás renunciará a ese pequeño placer vital low cost que es tomar algo a la fresca.
Tantas mesas y sillas con música incluida impiden conversar y descansar
Buscas un espacio para conversar y disfrutar del paisaje junto al mar y te encuentras con la misma situación que cuando vas a la playa
anhelando un trozo de arena sin ocupar. Es tarea casi imposible porque ya no caben más mesas y sillas por metro cuadrado. Nada de escuchar las olas que rompen contra las rocas ni de poder pronunciar un par de palabras sin tener que elevar el tono de voz porque quizá al lado unos clientes están regañando a un niño que se porta mal o han montado una mini fiesta.
