Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con Ciencia

Tesis

Tesis

Una tesis doctoral se exige que suponga un avance original en el conocimiento dentro del campo científico de especialización. Son muy pocas las que lo hacen; la mayoría de ella, en Letras al menos, no pasan de plantear un estado de la cuestión respecto de algún autor o tópico de moda. Bueno, se me dirá, pero originales sí son. No siempre. En países más civilizados que el nuestro hubo ministros que dejaron la política al quedar demostrado que sus tesis eran en buena medida el resultado de un plagio. Aquí no sé si podríamos hablar de ministros pero cabe recordar que un director general de la Guardia Civil disponía de una licenciatura falsificada y no le atraparon hasta que fue patente que se llenaba los bolsillos con dinero del cuerpo. No fue el exhibir títulos inexistentes lo que causó que entrase en desgracia; eso se consideraría, todo lo más, una picaresca divertida y tolerable. Pero estábamos en lo de las tesis. La revista Nature ha publicado en un mismo número varios artículos que se plantean la validez de las tesis tal y como se realizan en la universidad de hoy y su utilidad para el avance del conocimiento, amén del progreso en la carrera del autor. El editorial de Nature cita una estadística „reconociendo que puede ser apócrifa„ que señala que cada tesis cuenta en promedio con 1,6 lectores incluyendo al autor. Si tenemos en cuenta que el tribunal ante el que debía ser defendida era de cinco miembros, la conclusión es obvia. En los últimos tiempos se tiende a reducir el número de los vocales del tribunal pero son al menos tres y hay que añadir al director de la investigación. Las cuentas no salen.

De acuerdo con el trabajo publicado por los editores multimedia de Nature Kerri Smith y Noah Baker, quienes han pedido a algunos científicos ilustres que relean sus propias tesis, los autores confiesan que los errores son muchos, los argumentos difíciles de seguir y hasta el texto en ocasiones un arcano. Más tremendo resulta que confiesen el que vuelven sobre ese primer escalón de su carrera investigadora sin sentir ni la menor emoción. Como me sucedió cuando Alberto Saoner me examinó de Historia de la Filosofía griega, y me preguntó una sola cosa, ¿de qué versaba la tesis doctoral de Karl Marx? La respuesta indica la poca relación que hay entre ese primer trabajo y los que cimentan la gloria intelectual. Pero incluso con todos esos inconvenientes se siguen exigiendo en nuestra universidad las mismas tesis enormes, farragosas, ilegibles. La fórmula de presentar artículos ya publicados „que cuentan con la garantía de haber convencido a los revisores„ suele tropezar con la incapacidad de los tribunales para aceptar ni el más mínimo cambio. Y así nos va, por no añadir lo peor: que el recién doctorado tendrá que irse a otro país si quiere que su flamante tesis sirva para algo porque el nepotismo cierra las puertas al talento, viejo o nuevo.

Por cierto. La tesis de Marx analizaba las diferencias en la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro. De nada.

Compartir el artículo

stats