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Movimientos celestes

Movimientos celestes

Mathieu Ossendrijver, investigador del Instituto de Filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín (Alemania) ha publicado en la revista Science los resultados de su estudio minucioso de las tabletas babilónicas con signos cuneiformes procedentes de las ciudades de Uruk y Babilonia, cuya edad se remonta a tiempos que van desde los 400 a los 50 años antes de Jesucristo. Se dispone de cerca de 500 tabletas de las que más de 300 indican datos de las posiciones de la Luna y los planetas. Como recuerda el autor, cuatro de ellas cuentan con signos trapezoidales que hacen referencia al planeta Júpiter pero, de forma sorprendente, no contienen referencias geométricas. ¿Cuál es su propósito, pues?

Una nueva tableta descubierta recientemente le ha permitido a Ossendrijver dar una respuesta. Al decir del autor, contiene "un conjunto casi completo de instrucciones sobre el movimiento de Júpiter a lo largo de la eclíptica", cosa que supone o implica "descripciones matemáticas o equivalentes del movimiento de Júpiter durante los 60 días posteriores a su primer aparición". La importancia de un cálculo de ese tipo tiene que ver con el hecho, también mencionado por Ossendrijver, de que el teorema del Merton College de Oxford que describe la distancia recorrida por un cuerpo con aceleración constante es del siglo XIV. Los babilonios se habrían anticipado casi mil quinientos años.

El resultado más hermoso, a mi entender, del trabajo de Ossendrijver es que muestra cómo una cultura tan antigua era capaz de expresar de forma geométrica los algoritmos el autor apunta que un francés, Nicolas Oresme, también lo logró pero en el mismo siglo que los oxonienses. En realidad la capacidad tan humana del simbolismo estriba precisamente en el uso de diferentes soportes para codificar una misma información. Hace años leí un libro cuyo título y autor he olvidado para mi desgracia (nadie ha inventado todavía un medio para evitar que la memoria no se deteriore con el paso de los años) y que me interesó mucho. En ese libro se sostenía, dando numerosos ejemplos, que las leyendas épicas de Meso y Sudamérica son en realidad claves para indicar los movimientos de los planetas y sus conjunciones.

Que el propósito de describir y, lo que es más importante aún, anticipar los tránsitos planetarios tenga un cariz religioso, incluso cabalístico si se quiere, es para mí lo de menos. Al fin y al cabo ni siquiera nosotros nos hemos librado aún del horóscopo (por cierto, el Zodiaco lo identificaron también por primera vez los babilonios) por mucho que hayamos avanzado en el estudio de los cuerpos celestes. Lo crucial es el procedimiento que hay detrás de esas observaciones y los teoremas que se derivan de ellas. Los babilonios fueron capaces de representarlos recurriendo a figuras trapezoidales. Como se sabe, la simplicidad es una de las virtudes más buscadas y más difíciles de encontrar en toda la historia de la actividad científica.

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