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Crítica de cine

Nunca es tarde

Isabel Coixet cede a la relajación del creciente cine feel good. Historias sencillas y positivas dirigidas a un público adulto. Femenino sin escaras feministas y con un barniz -acuarela más bien- de integración interétnica. El guión de Aprendiendo a conducir estira un relato breve. La trama y el tema principal son muy sencillos: una mujer de mediana edad (Clarkson) aprende a conducir como tentativa terapia para superar el inesperado plantón de su marido. Su instructor (Kingsley) es un asilado indio de la etnia sij que ayuda a compatriotas suyos ilegales y acepta, por insistencia de su hermana, un matrimonio arreglado.

La película nada todo el rato en las apacibles aguas del dramedia. La trama del rechazo a los inmigrantes asiáticos carece de la dureza, y por tanto la fuerza, de The visitor. Aún así es mejor que nada. Algo similar ocurre con la guerra de sexos. Tanto el divorcio de la norteamericana como la boda del indio con una desconocida, por evitar maniqueismos acaban limando potenciales dramáticos o cómicos. ¿Qué queda entonces? Una historia agradable, con algunas puntadas cómicas (la primera práctica de circulación, el amante pasajero de ella). Más dos pedazos de actuaciones. Kingsley se come la pantalla con naturalidad y modestia. Va sobrado de recursos, de talento, y los dosifica para no vampirizar la historia o a sus compañeros. Clarkson está algo desatada, en una actuación más propia de teatro, pero aún así el papel le va como anillo al dedo. Y en los créditos técnicos, aunque apenas se aprecie, está la montadora Thelma Schoonmaker, inseparable de Martin Scorsese desde Toro salvaje.

Aprendiendo a conducir

***

Nacionalidad: Estados Unidos, 90 min.

Director: Isabel Coixet

Actores: Patricia Clarkson, Ben Kingsley, Grace Gummer

Cines: Augusta, CineCiutat, Cinesa festival Park

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