Cayetana de Alba, catorce veces grande de España, desplegó a lo largo de sus 88 años de vida una personalidad arrolladora. En 1993 protagonizó una divertida anécdota en Madrid, durante la primera edición de Casa Decor, una idea, entonces rompedora, que consistía en la remodelación de una casa con propuestas de distintos decoradores. La duquesa de Alba entró y saludó a todo el mundo, con su entonces imponente figura, el cabello cardado y esa soltura que dan los genes asentados en generaciones de damas acostumbradas a ser el centro de atención. Uno de los responsables de la muestra, que vestía una magnífica chaqueta tirolesa, se brindó a explicar a la duquesa los pormenores de la exposición. En un momento dado, ella le interrumpió, le tocó la chaqueta y con cara de tremenda curiosidad le preguntó si era austriaco, como si le fuese la vida en ello. El joven, sorprendido, le contestó que no. Cayetana le respondió que lo había pensado al ver su vestimenta, entonces muy de moda. Al rato, se despidió con una simpatía exquisita. Ella estaba por encima de las modas. Era única y lo sabía. A veces parecía un personaje de otra época; en otras ocasiones hizo gala de ser moderna y adelantada a su tiempo, capaz de hacerse pasar por mendiga en El Cairo y de instalar sendos tablaos flamencos en sus palacios de Madrid y Sevilla. Porque el flamenco y la cultura de los gitanos fueron dos de las grandes pasiones de la heredera del señero ducado castellano, con alma de gitana sevillana. También amaba la pintura que practicaba en su casa de Ibiza. Propició que viajasen a España cuadros de Picasso y se celebraron exposiciones con obras de arte pertenecientes a los Alba.

Su existencia fue un camino de rosas plagado de espinas. María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII Duquesa de Alba de Tormes, 14 veces grande de España nació en el Palacio de Liria de Madrid el 28 de marzo de 1926. Perdió a su madre siendo una niña. Pasó la guerra civil en Londres, donde también asistió al inicio de la gran contienda . Ha sido la tercera mujer que ostenta el título ducal por derecho propio dentro de la familia. Desciende del rey Jacobo II de Inglaterra a través de un hijo ilegítimo, James Fitz-James, que el monarca tuvo con su amante Arabella Churchill, antepasada de Sir Winston Churchilll, al que Cayetana trababa como tío y cuyas hijas le hacían la reverencia cuando aparecía en la sala.

A los 85 años repartió su fortuna, estimada en más de 3.000 millones de euros por la revista Forbes, entre sus seis hijos, a los que también cedió títulos, entre ellos el condado de Ribadeo, el más cercano a Asturias que tenía. Fue cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces grande de España.

La primera y única hija de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII duque de Alba y María del Rosario de Silva y Gurtubay, X marquesa de San Vicente del Barco fue especial desde el momento de su nacimiento. Su padre, estaba reunido con tres de sus mejores amigos: el doctor Gregorio Marañón, el filósofo José Ortega y Gasset y el escritor ovetense Ramón Pérez de Ayala. Sus padrinos de bautismo fueron el rey Alfonso XII, por el que lleva el nombre de Alfonsa, y la reina Victoria Eugenia.

En los últimos años la duquesa de Alba se convirtió en personaje de programas y revistas del corazón, con los que alguna que otra vez tuvo pequeños disgustos. Una de las mayores alegrías de su vida se la llevó cuando fue nombrada hija adoptiva de Sevilla e hija predilecta de Andalucía. Uno de los tragos más amargos fue el divorcio de su hija Eugenia, única niña entre otros cinco varones, del torero Francisco Rivera, al que quería como un hijo. Cayetana de Alba ha dejado la vida en la ciudad a la que siempre quería volver. Los sevillanos veían en ella a una especie de segunda María de las Mercedes. España pierde a la última gran aristócrata del siglo XX.