No me gusta el teatro como herramienta política pero me gusta Alberto San Juan, así que uno de los dos está equivocado. En cambio, me gusta la política como herramienta teatral. De un escenario a otro, la facilidad de la sustitución. La admiración no siempre nos permitió entender al hijo dibujado por Máximo San Juan, el joven que quería ser clásico. Nos perderemos para no perdernos su metamorfosis en clásico que desea ser joven. De momento, da vértigo porque actúa cayendo en el vacío.