El congreso

Israel, Alemania, Polonia, Francia,

122 min.

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Director: Ari Folman

Actores: Robin Wright, Harvey Keitel, Paul Giamatti

Cines: CineCiutat.

Los escritores de Ciencia Ficción deben pensar, castigar y curar". La frase es del polaco Stanislaw Lem, considerado el mejor escritor en lengua no inglesa del género. Famoso sobre todo gracias a la densa e hipnótica Solaris, dirigida por Andrei Tarkowski. El hebreo Ari Folman, tras la acongojante Vals con Bashir, se atreve con una adaptación muy libre del Congreso de futurología de Lem.

Si la obra original era una sátira sobre los escritores, aquí pone patas arriba la industria del espectáculo: una actriz (Wright) acepta ser escaneada multidimensionalmente; a partir de ahí se retirará totalmente de la profesión y los productores crearán con ese archivo todas las películas que deseen. Veinte años después, en un salto a la animación, acude a un congreso del mundo del espectáculo en el que se enfrenta a sus avatares, sus inseguridades, el desquiciado mundo exterior y la búsqueda de su hijo al que abandonó con una enfermedad degenerativa.

La primera parte de la película, con actores físicos, tarda en despegar pero alcanza un punto muy emotivo en la escena del escaneo. En la parte de animación Folman se ancla al clásico 2D. En estilo y narrativa se mueve entre los tonos más sombríos de su obra previa o los de Silvain Chomet (Bienvenidos a Bellville) y el Miyazaki más inquieto. En contenido se desliza por los ovillos -o marismas- intelectuales de Lem. Difíciles de seguir y flirteando, en varias ocasiones, con el fantasma de la diletancia. Riesgo, ambición, que asume el director con entereza. El congreso está en línea con Holy motors o El atlas de las nubes. Inusual, desconcertante, deslumbrante, confusa. Pero en absoluto hueca.