Los rentacars de la isla hacen el agosto en los tres meses de verano alquilando vehículos de alta gama, mientras que el resto del año se conforman con una actividad menos efervescente. Aston Martins, Maseratis o Porsches son sólo algunas de las marcas de las que disponen distintas empresas. Las más reclamadas -aunque todas tienen éxito- son las marcas italianas Ferrari y Lamborghini.

La amplia demanda de este tipo de vehículos ha propiciado que establecimientos como Hearth o Roig, presentes en el Aeropuerto de Palma, colaboren con empresas como Transfer o Rent Bull -sociedades dedicadas a la distribución de este tipo de automóvil-, concluyendo en que cualquier viajero pueda, de pronto, toparse en la primera planta del parking del aeropuerto con un impresionante Ferrari que espera ser rescatado de su inmovilidad. Otros rentacars como Sixt poseen, sin embargo, en su flota habitual, coches como el Maserati Ghibi o el Porsche Panamera.

En la cuarta planta del aeropuerto, un sobrio mostrador del rentacar Vanrell recibe a una pareja extranjera de edad avanzada. Parecen cansados. Ella porta maletas de Louis Vuitton a juego. Él llama al teléfono que aparece en el mostrador porque en ese momento no hay nadie que les atienda. No parecen impacientarse. Tampoco sus gestos cambian al entregar una tarjeta de crédito de un reluciente brillo dorado.

Por lo general, alquilar es más accesible que comprar. Que sea más rentable o no es otra cuestión. Sin embargo, el alquiler de coches premium no es un lujo accesible para todos los bolsillos.

La empresa Rent Bull, con local en Puerto Portals, tiene clientes de todos los rincones del mundo y de todas las edades. De hecho, al contrario que otras empresas, no limita el acceso a sus vehículos a mayores de 25 años. Solo suma un cargo por edad de cincuenta euros al día. Otros rentacars como Sixt limitan su flota de alta gama a mayores de 25 años y a conductores que tengan una experiencia de posesión de carnet de un mínimo de tres años. Experiencia y responsabilidad, supuestamente inherentes a la edad, son cualidades necesarias a la hora de poder disfrutar de estos bólidos.

Pero como las cualidades no son una garantía cuantificable y de la que uno pueda dar verdadera fe, los rentacars cuentan con contratos de alquiler que comprometen al cliente a aportar sumas importantes de dinero antes de poder disfrutar del modelo escogido. Hagamos cuentas. El alquiler por un solo día de un Ferrari 458 Spyder en la empresa mencionada anteriormente, Rent Bull, cuesta 1.799 euros, sin contar franquicias de 1.200 euros y una fianza de 3.000 euros. Si luego se quieren extras como GP´S o una sillita de bebé, van aparte.

Ésta es la friolera cantidad de dinero -para el español medio- que cuesta un día de diversión sobre cuatro ruedas, impresionantes ruedas, eso sí.

También ofrecen ofertas de verano tipo tierra/mar como conducir un Bentley GTC y la Mustang 46 durante un día cada uno por 1.999 euros.

Llama poderosamente la atención que desde una de estas empresas declaren que es precisamente la gente que tiene más dinero la que no alquila este tipo de coches, porque ante todo quieren pasar desapercibidos. Afirman que los rusos son los más ostentosos, aunque el gusto por los buenos coches no es ajeno a los alemanes, ingleses y los mismos españoles. Cuentan anécdotas de jóvenes de la isla, de cómo su sueño era conducir uno de estos coches y ahorran, lo alquilan y disfrutan un día entero. De "pizquitos de lotería" que la suerte ha otorgado a gente humilde, la que aprovecha para cumplir sus ilusiones. Porque lo que es innegable es que los coches en general y de alta gama son la obsesión de muchos y el placer de pocos. Así lo saben las propias empresas que se dedican a esto, que no solo alquilan un objeto móvil, sino que también venden un concepto de status.

En sus panfletos rezan frases como: "A partir de ahora, tú también perteneces a ese pequeño grupo de personas que pueden disfutar del placer de conducir el coche que siempre has soñado".

Soñar es gratis para todos, para los que quieran hacerlo realidad, saben que tienen la oportunidad, ahora sólo faltan los medios.