Seguramente nunca amortizaremos la absurda inversión del Palma Arena (de nuestros bolsillos), pero muy de vez en cuando sirve para algo, como para esta segunda visita (la primera fue el verano pasado, con Alegría) del mítico Circo del Sol, reinventores de las artes circenses, ahora con Dralion, que se presenta como una fusión entre China y Occidente. Lo malo de este recinto es que, por su amplitud, según donde se siente uno ve el espectáculo en la lejanía; y que, a diferencia del debut de agosto de 2013, con lleno absoluto, este jueves se apreciaba demasiado que los asientos vacíos prácticamente se equiparaban con los ocupados.

La categoría profesional del medio centenar de intérpretes es inapelable, lo mismo que el despliegue de medios técnicos: música, vestuario, efectos especiales, en verdad apabullante. Si nunca han visto en vivo al Circo del Sol, acérquense al Palma Arena. Para quien repite experiencia, es más de lo mismo: despliegue de virtuosismo, alarde visual y sonoro, un apartado cómico mediocre y una puesta en escena que responde a un determinado concepto argumental, pero que lo mismo podría carecer de él.

En Mallorca estuvimos aguardando largamente al Circo del Sol y mientras tanto nos entretuvimos con versiones reducidas (Balagan, Eoloh!...) y, lógicamente, la expectación ya no es tanta y el espectador se lo piensa dos veces antes de adquirir su entrada. Insisto: la calidad y el esfuerzo de los artistas resultan incuestionables. Pero, como en el fútbol, no basta con jugar bonito: además tiene uno que ganar la liga y conseguir que se llene el estadio.

Dralion

Palma Arena (Palma)

Creación: Guy Laliberté y Gilles Ste-Croix. Dirección: Guy Caron. Escenografía: Stéphane Roy. Vestuario: François Barbeau. Iluminación: Luc Lafortune. Coreografía: Julie Lachance. Música: Violaine Corradi.