Después del enorme éxito de Aída (1871), Giuseppe Verdi decidió retirarse. Giulio Ricordi, su editor italiano, sabía que sólo una nueva tragedia de Shakespeare podía hacerle volver a la escena, y por eso le presentó al joven escritor y compositor Arrigo Boito, con quien llevaría a cabo dos de sus obras maestras de madurez: Otello (1887) y Falstaff (1893). "Otello es una piedra de toque, una pieza difícil y muy teatral. Pertenece a la última etapa de producción de Verdi, cuando se dio una mayor interacción entre la parte teatral y la musical", detalla Manuel Coves, la batuta en la producción del Teatre Principal sobre este dramma lírico que se estrenó triunfalmente en La Scala en 1887. Refiere el director de orquesta andaluz -muy activo recientemente en los Teatros del Canal de Madrid y al frente de la Orquesta de la Universidad Carlos III -que el reparto para el montaje que se estrena el próximo domingo en la sala palmesana a las 18 horas es "muy bueno". De alto nivel. Entre los intérpretes, cabe destacar la presencia de Albert Montserrat (Otello), Maite Alberola (Desdémona) y Àngel Òdena (Yago, quien estuvo recientemente en el reparto del Simon Boccanegra de Daniel Barenboim en el Staatsoper im Schiller Theater de Berlín). "Son voces importantes, jóvenes. Pero ya sabes lo que pasa en España: a veces se prefieren voces extranjeras cuando las que tienes aquí quizá son mejores. Se trata de valorar el capital humano que tenemos. Asimismo, los cantantes mallorquines que trabajan en la pieza también son muy buenos", asegura el director musical.

Sobre la pieza, no duda en afirmar que "en Otello no hay ni un minuto de relajación", promete Coves. "Los números del coro son fantásticos, el de la tormenta inicial es mítico, el credo de Yago también, así como el dúo con Otello. La canción del sauce, el Ave María y el desenlace tampoco uno puede dejar de nombrarlos. De Otello, no dejaría ni un sólo momento sin importancia", refiere. "Del trabajo con esta pieza, me gusta mucho que haya una interacción intensa entre la música y el teatro. En este sentido, a la parte musical hay que buscarle una justificación teatral, y viceversa. Asimismo, he buscado también los extremos para que en medio haya una amplia gama de matices y timbres que den juego", concede.

Preguntado por las cualidades más importantes en un director musical que se pone al frente de una ópera, Coves destaca sobre todo una: "la capacidad para entender las voces. El director ha de saber ver que cada una de ellas es distinta y que necesita cosas diferentes en función de su idiosincrasia". "A veces tienes poco tiempo para medir cada una de esas voces y conocerlas, por eso hay mucho de intuición en este trabajo", agrega.

Formado musicalmente desde el piano y la música de cámara, el maestro jiennense transitó un camino que le llevó de pianista correpetidor a director de orquesta. "Éste debería ser un salto natural en el mundo de la lírica. Siendo repetidor estás todo el día en el montaje, conoces profundamente la partitura de la obra, también el teatro... Fui el correpetidor en la producción La voz humana dirigida por José Ramón Encinar en el Teatro de la Zarzuela, y él mismo fue quien me sugirió probar como director de orquesta. Era una cosa que yo ya había pensado y de hecho ya estaba estudiando Dirección en el Conservatorio del Liceu", explica.

Acerca de los estudios musicales y sobre su arrinconamiento en Primaria por la LOMCE, pues pasarán de ser obligatorios a optativos, Coves no duda en calificar de "barbaridad" dicha situación. "A los niños les va muy bien estudiar música para pensar de manera matemática e incluso aplicarlo después a esta asignatura. La música te enseña a razonar, a multiplicar, a dividir, y a cómo, dentro de una unidad, se pueden introducir elementos de manera creativa. El punto de partida es matemático y el de llegada puede ser artístico", observa.

Acerca de la escasa programación de obras contemporáneas en los teatros españoles, el director cree que es debido a "que se ha enseñado una división errónea entre la música clásica y la contemporánea cuando no es tal; sino que todo es un continuum. Entonces también empezaron a dividirse los públicos como si fueran dos bandos. Por otra parte, creo que hay poca educación musical contemporánea, ésta depende más de la inquietud que tenga uno después", concluye.