Rigoletto

XXVIII Temporada de ópera

Día 23 de febrero. teatre principal

· Reparto: Genaro Sulvarán (Rigoletto), Josep Bros (23, 28 de febrero y 20 de marzo Duque de Mantua), Jose Manuel Sánhez (26 de febrero Duque de Mantua), Maia Planas (Gilda), Pablo López (Sparafucile), Frédérique Sizaret (Magdalena), Antoni Aragón (Borsa), Bartomeu Bibiloni (Marullo), Yolanda Riera (Giovanna), Miguel Sola (Conde Monterone), Joan Miquel Muñoz (Conde de Ceprano), Inma Hidalgo (Paje), Mónica Aguilera (Condesa de Ceprano), Jaume Salvà (Ujier), José Cabrera (Coreógrafo), Manuela Mercé (Cuerpo de baile), Veronica Luque (Cuerpo de baile).

· Banda de Música de Son Rapinya

· Cor del Teatre Principal

· Orquestra Simfònica de les Illes Balears

· Dirección escénica: Francisco López

· Dirección musical: José María Moreno

· Diseñador de escenografía y vestuario: Jesús Ruiz

· Una producción del Teatro Villamarta de Jerez

Lleno absoluto en la primera función de esta producción de Rigoletto que abrió la vigésimo octava temporada de ópera del Teatro Principal. Lleno absoluto pues para un título de repertorio, en el que el melómano se siente especialmente cómodo, pues reconoce las múltiples melodías que Verdi compuso para contar la historia de ese drama de amor filial que termina en tragedia.

A la hora de analizar lo que sucedió la tarde/noche del pasado domingo, debemos distinguir muchos matices, tantos como personajes y situaciones tiene la obra. Vayamos pues por partes.

Producción. La escenografía y el vestuario que Jesús Ruiz ha diseñado para esta producción del Teatro Villamarta de Jerez no dice nada nuevo, pero tampoco molesta. Podemos definirla como convencional, al uso y servicio de la dirección de escena, que sí aporta algunos puntos destacables. Francisco López sitúa la acción en una Italia (hasta aquí todo normal) en la que el fascismo está floreciendo (ojo al dato). El Palacio Ducale de Mantua pasa a ser el Palacio de un poderoso y rico ¿empresario?, ¿político? Afín al régimen, con sus amigos y secuaces a las órdenes de ese nuevo orden dictatorial.

Esa nueva ubicación temporal de la acción de verdad que no altera la trama. Rigoletto lo permite. Ya se han hecho experimentos en ese campo, con ese mismo título, incluso más atrevidos (situar la acción en el seno de la mafia), que han dado resultado. Así pues podemos hablar de una adaptación correcta y con unos espacios escénicos que no dan problemas de movimiento ni dificultan la sucesión de los cuadros y escenas. Quizás el último acto resulte un tanto cargado de efectos: el río, la lluvia, la tempestad€ Son demasiados elementos para dejar la acción sin distorsión.

Orquesta. Sin duda lo mejor de la noche. Nuestra Orquestra Simfònica estuvo muy bien. La cuerda sonó afinada y el viento, que tantos momentos delicados tiene, salvó con nota sus intervenciones, muchas veces solistas. En una palabra, nada que objetar a esos músicos, sin los que sería inviable una temporada estable de ópera.

Voces. Aquí, en este apartado, es donde debemos hablar de claroscuros. No todo fue correcto. De todo hubo en la viña del Señor.

La expectación creada en torno a Josep Bros quedó un tanto disminuida a medida que se sucedían las escenas. Bros, seguro que es un buen Duque de Mantua, pero en la función que comentamos no demostró su valía. Le fallaron los agudos, la sonoridad no era la adecuada, incluso el timbre, tan precioso en otras ocasiones, quedó difuminado. Oportunidades tendrá de mostrar lo que ya sabemos, que es una gran voz. Quizás lo haga en las dos representaciones que aún le quedan por cantar (en la del día 26 Jose María Sánchez toma el relevo).

Maia Planas será una gran Gilda. Hoy es una buena Gilda; pero con el tiempo su voz madurará y se adaptará mejor al papel. Cantó delicado el Caro Nome y estuvo muy bien en el dúo del segundo acto, así como en el cuarteto concertante del último. En unos años seguro que la aplaudirán también en otros teatros con ese rol.

El personaje de Rigoletto, el que da el nombre a la ópera, fue de menos a más. Voz demasiado grave para las primeras escenas en las que el personaje divierte y se divierte, pero a medida que la acción se vuelve contra él y la gracia se convierte en drama, en esos momentos, esa gravedad vocal jugó a su favor. Ciertos los comentarios del New York Times y aplicables aquí y ahora: "Genaro Sulvarán tiene una profunda y oscura voz y canta con vigor dramático". En efecto.

Pablo López y Frédérique Sizaret, en sus papeles de Sparafucile y Magdalena, estuvieron correctos. El cuarteto del último acto resultó muy musical. Quizás a él le faltó gravedad y a ella le sobró. Pero nada que objetar al respecto.

¿El Coro? Dubitativo. No siempre acertó en las entradas, nada fáciles por cierto. Pero la coordinación con la orquesta falló en más de una ocasión. La afinación y el saber estar, bien como siempre. Quizás se deba a que la dirección musical de José Maria Moreno estuvo más pendiente de la formación instrumental, intentando sacar un buen sonido (cosa que consiguió) que de lo que pasaba en la escena. Algo de eso sí hubo.

En resumen, un inicio de temporada no para echar cohetes, aunque sí preparada con trabajo y esfuerzo.