-¿Cuál es el punto de partida de Cosmètica de l´enemic?

-El encuentro entre dos personajes, el interpretado por Xavier Ripoll y el mío, que es un señor muy pesado que rompe la intimidad de alguien que está esperando en el aeropuerto su vuelo, que lleva retraso. Es un personaje que violenta incluso, y que persigue una finalidad con su manera de actuar. Es mejor no desvelar mucho más de la obra.

-Dicen que el texto de Amélie Nothomb pedía a gritos una adaptación teatral.

-En efecto, la adaptación es una de las claves del espectáculo. La versión de Magda Puyo y Pablo Ley es una maravilla de ingeniería teatral que hace transitar al espectador por caminos que jamás se imaginaría. El ritmo es alucinante.

-¿Quién es el enemigo del título?

-El enemigo que todos llevamos dentro: esa culpa, ese autocastigo que nos imponemos y que es fruto de lo que somos. Es un enemigo que nos pincha y que siempre está ahí para no hacernos sentir bien del todo con nosotros mismos.

-En su caso, ¿cuál es su peor enemigo?

-Pues el propio Lluís Soler, que es el pesado más grande que existe, el que me ha hecho perder más horas. Hace más de cincuenta años que me soporto a mí mismo. Por eso, creo que hay que ser generoso y comprensivo con los demás: todos llevamos dentro un ángel y un demonio. Son cosas que nos quedan dentro desde la infancia, elementos que nunca podremos cambiar pero que se pueden combatir con educación. Por eso la educación es tan importante.

-Y por eso la recortan. ¿Está al corriente del conflicto educativo en Balears?

-Sí, y creo que tienen razón los profesores. Los pedagogos son los que saben qué debe hacerse y cómo. En esta cuestión hay una serie de intereses políticos que persiguen otros objetivos que no tienen nada que ver con las necesidades de los niños. Y sé de lo que hablo porque he sido profesor durante años. Trabajaba con discapacitados en un taller ocupacional.

-Usted actúa tanto en Madrid como en Barcelona y sin problema alguno. A nivel de calle, ¿tiene sentido hablar de independencia de Cataluña?

-Es un tema fácilmente manipulable, también, como el que comentábamos del conflicto educativo. Me doy cuenta de que mucha gente de Madrid no conoce realmente en qué país vivimos los catalanes, no ven TV3, hablamos en una lengua que no entienden. En cuanto a lo de la independencia, creo que se trata de ir consiguiendo más capacidad de decisión propia poco a poco, luchando, pero con calma.

-¿Quién es usted después de desempeñar tantos papeles: un poco Enrique IV, o Tartufo, o está más cerca de Max Estrella?

-Te diría que en general Shakespeare me ha robado el corazón. Empecé haciendo El mercader de Venecia. Este dramaturgo llega porque es universal. Pero también hay dos personajes cuyas obras he interpretado que también me han gustado mucho. Uno es Max Estrella, de Luces de Bohemia, de Valle-Inclán. Un personaje que sabe que va a morir en el momento que sale de su casa. Y otro es Enrique IV de Pirandello.

-La pregunta que muchos se hacen estos días: ¿sería posible una serie como Breaking Bad en España?

-No. Los motivos son sencillos: hablamos de unos señores que hace 80 años que hacen series y películas. Nos llevan mucha ventaja. Por otra parte, el audiovisual es para ellos una industria que pretenden vender a todo el mundo. Aquí no sabemos hacer escenas de persecuciones, etc. Lo importante de nuestras series o nuestro cine son los pequeños detalles, el sentido, lo que se respira en ellas. En eso podemos ganar. Pero la verdad es que mientras ellos ruedan Titanic nosotros hacemos una película de dos pescadores en una barca.

-Y a Montoro ese cine con menos presupuesto le parece un cine sin calidad suficiente.

-Son dos cosas distintas. El PP es el PP, y evidentemente quiere convencer a la gente de que el cine español no es de calidad afirmándolo muchas veces hasta que se convierta en una verdad social. Ése es el mecanismo que siempre usa el PP.