l siglo XXI está viendo cómo avanzan multitud de ciencias, desde la astrofísica a la genética. Pero si yo tuviese que optar por la más prometedora de todas apostaría por la neurociencia; el conjunto de todas ellas. Así al menos parecen pensar los editores de la revista Science que han dedicado su último número al "Heavily connected Brain", al cerebro altamente conectado.

Porque de eso se trata: de que cada vez se conoce mejor la manera como las distintas regiones cerebrales se conectan a través de la materia blanca. Como dicen Hae-Jeong Park y Karl Friston „dos reputados neurocientíficos„ en su artículo de Science dedicado a las redes estructurales y funcionales del cerebro, lo más importante y urgente es de poder dar el paso crucial que nos queda por delante, el de pasar de la constatación empírica acerca de cómo se lleva a cabo la integración en redes a la cuestión mucho más filosófica de cómo aparece, gracias a ella, la cognición, el pensamiento por decirlo en palabras menos especializadas. Los autores apuntan hacia la paradoja de que unas estructuras de caminos de conectividad fijos „la materia blanca es la que es„ dan lugar a funciones muy variables. La manera como lo hacen, según los mejores datos disponibles, es cambiando de manera dinámica „a través del tiempo„ el tipo de conectividad o, dicho de otro modo, el tipo de red que se forma asociado a un determinado propósito de conocimiento que activa una función cognitiva particular. Cuando vemos personas que se nos acercan por la calle se establecen redes en el cerebro que conectan regiones a cargo del procesamiento de la forma, el color y el movimiento, pero también la memoria, el reconocimiento de caras y los centros de control de la emoción.

Querer saber cómo se integran esos elementos de las redes, con pesos distintos y variables a través de las conexiones dinámicas, es lo mismo que decir que nos interesamos por la arquitectura funcional de nuestro cerebro con arreglo a determinadas operaciones de cognición que van desde la más simple „¿es ya de día?„ cuando abrimos un ojo durante el sueño a las más intrincadas. Entre ellas, qué es lo que sucede en el cerebro cuando nos extasiamos, nos enfurecemos, nos preocupamos o nos intrigamos en cualquiera de las muchas situaciones sociales que se nos presentan cada día.

Hace menos de un siglo, los filósofos sostenían que ese salto del cerebro a la mente no podría alcanzar jamás cuestiones como las de los valores humanos. Muchos de esos siguen pensando que es así. Entretanto, los neurocientíficos nos aclaran día a día cada vez un poco más cual es la materia de la que se componen los sueños, parafraseando la pintura-poesía de Joan Miró. Dedicó ésta a sus amigos los surrealistas, como pálpito de que el color de los sueños no se conocería nunca. Tal vez hoy Miró habría pintado obras muchos más cercanas a la maravilla estética que es la imagen de la conectividad cerebral.