Jonás Trueba continúa la presentación de su segunda película, Los ilusos, que se estrenará hoy en CineCiutat a las 20.00 horas. Un proyecto de bajo coste, rodado con la ayuda de algunos compañeros, que habla sobre el deseo de hacer cine, sobre el tiempo perdido, sobre conversaciones, borracheras, rutinas y amor.

Ante la explotación comercial de la película, el joven director -que mantendrá hoy un coloquio en CineCiutat tras la proyección de la cinta- quiso innovar dando un nuevo enfoque: "Decidimos hacer una gira de breves proyecciones alrededor del país. Con este sistema conseguimos cierta libertad para ofrecer un precio de entrada mucho más asequible y, al concentrar las sesiones en apenas un par de días, evitamos asientos vacíos", aclara. Trueba confiesa que en el cine se tiende a sobredimensionar para conseguir publicidad y, en cierta manera, "eso tergiversa las películas", por lo que de este modo se acerca más al público. Una metáfora que se torna realidad durante los pequeños coloquios que tienen lugar tras cada proyección: "Esas charlas son muy interesantes, porque cada espectador tiene una visión propia y una manera diferente de comprender el argumento. Eso le da vida".

Una de las características más llamativas de Los ilusos es que se rodó sin guión previo; improvisando el argumento a medida que transcurrían las semanas. Sin embargo, el autor justifica que con ello se consiguió huir de toda coherencia narrativa, evitando el "principio-nudo-desenlace", para conseguir una realidad en la que el espectador puede introducirse y pasear.

Durante los siete meses de rodaje, actores y director sufrieron una evolución; cambios que se plasman en el propio trabajo: "La historia comienza con cierto desorden y a medida que avanza se va encontrando a sí misma, porque era eso lo que realmente sucedía a medida que grabábamos", cuenta el creador.

Trueba asegura defender las contradicciones -muy presentes en su obra-, añadiendo que cada vez le molestan más las películas con un mensaje predeterminado: "Prefiero las que están abiertas y te hacen pensar; que no te imponen un discurso". Sin embargo, accede a escoger un mensaje que resume su filosofía en el celuloide: "A pesar de todo, siempre hay algo por lo que merece la pena seguir".

Un espíritu positivo que no sólo permanece oculto tras algunos fotogramas, sino que el director aplica a la situación actual del cine: "Durante mucho tiempo ha habido demasiadas excusas para no rodar en España. Pero ahora cada vez hay menos, porque cualquiera que se ponga lo hace; y si merece la pena, consigue que su película se vea, aunque sea por una (valiosa) minoría".

El escritor argumenta que el bajo presupuesto de una película no va reñida con su calidad: "Nosotros hemos intentado hacer algo hermoso. Sabíamos lo que queríamos y no hemos echado en falta el dinero porque lo hemos compensado con cariño y reposo, de un modo casi artesano".

El apellido Trueba abre y cierra puertas, algo que Jonás asegura aceptar sin darle más importancia. No obstante, puede que su mayor herencia sea el profundo conocimiento del séptimo arte: "Sigue habiendo muchos prejuicios ante el cine español. Ahora es mucho más rico, estimulante y diverso. Los cineastas deben estar en permanente autocrítica, pero los espectadores también deberían ser exigentes consigo mismos".