Puede que el país esté en crisis, pero no la Marxa des Güell a Lluc a Peu, que a pesar de haber celebrado en la madrugada del sábado al domingo su 40 aniversario, demostró encontrarse en magnífica forma. La noche del primer sábado de agosto se llenó de los mismos suspiros y gritos de ánimo que se escuchan cada verano desde 1974. Con el tiempo, esta peregrinación se ha llegado a convertir en algo más que un ritual: en parte de la identidad mallorquina. A pesar de que cada uno de los participantes tiene un motivo personal, el reto común crea un vínculo de hermandad que puede sentirse durante toda la caminata. Sin embargo, no todos los 7.000 valientes que partieron desde el punto inicial lograron sobreponerse a los 48 kilómetros de camino; más de 10 horas de andanza. Llevar el correcto equipaje se convierte en un elemento decisivo para poder acabar un recorrido que sólo cuenta con cuatro avituallamientos situados en el bar Güell, Binissalem, Selva y Lluc.

Por segundo año consecutivo, y a pesar de su controversia, se pidió una tasa de 2 euros a cada participante. Representantes del Grupo Güell afirmaban que con esta aportación simbólica se cubren parte de los servicios que se ofrecen durante la caminata: medios de transporte, dorsales, galardones, avituallamiento y servicio de limpieza, entre otras cosas.

Sin embargo, no todos los servicios corren a cuenta del Grupo Güell. Miquel Àngel Pallicer, su coordinador de seguridad, confesó que en esta ocasión "ha faltado material y ayuda por parte de Protección Civil, por lo que no se ha podido atender correctamente a todos los participantes". Así, Pallicer advirtió: "Una vez averigüemos por qué ha sucedido esto, se decidirá si el próximo verano contratamos algún servicio privado".

El doctor Héctor Hernández apuntó que "exceptuando un hombre con herida en el maxilar inferior derecho, que fue enviado a Son Llàtzer, en esta edición no ha habido incidentes más graves que algunas deshidrataciones y lipotimias".

Los más avispados consiguieron cruzar la meta con los primeros rayos de sol, seguidos de una lengua de marxaires que, paso a paso, desfiló hasta llegado el mediodía. Entre ellos se vislumbraban rostros animados, pero también había quienes apenas podían levantar los pies. Los más rezagados, agotados y sin fuerzas, levantaban el pulgar cada vez que veían un coche pasar, con la esperanza de que alguien les ayudara en las últimas cuestas hacia la cima.

Una vez conseguido el reto y tras mostrar el sellado Pasagüell -cartilla en la que consta el camino recorrido- familias, grupos de amigos, parejas y algún que otro solitario se acercaron a recoger su merecido diploma.

A pesar de lo fatigoso del trayecto, son muchos quienes repiten: "En la primera ocasión lo hice porque no sabía lo que era, la segunda no pude terminar, y esta vez sí lo he conseguido" afirmó pletórico Íker Suárez, acompañado por su novia, María López, quien añadió, entre risas, que su segunda vez "ha sido un poco por obligación".

Pero no todo fueron promesas o afán de superación. Algunos, como María Nieto, aseguraban hacerlo por puro placer: "Me encanta practicar senderismo. Normalmente voy a correr, así que estaba preparada para esto".

Los participantes coincidieron en que el trayecto más duro es el comprendido entre Selva y Lluc: "Aún así, la parte más difícil va a ser llegar a casa -añadió Jonatan Pérez-; porque subir a un cuarto piso andando€"

A las 10 en punto comenzó la tradicional ofrenza floral a la Mare de Déu. Entre los asistentes destacaron el director general de Protección Ciudadana, Enrique Calvo; José Francisco Egea, presidente del Grupo Güell; y José María Mulet, miembro veterano de la misma asociación, entre otros.