Fernando Beltrán. Director de la empres 'El nombre de las cosas'. Una vez, su hija puso en una ficha del colegio que su padre era "nombrador y poeta". Se quedó con la definición. Este experto en el arte de la denominación ha bautizado marcas como Opencor, Amena o La Casa Encendida

-¿Le gusta su nombre?

-Me encanta. Si no me lo cambiaría. Lo peor que puede hacer uno si no le gusta cómo se llama es conformarse. Debemos ser embajadores de nuestro nombre. Decirlo como si fuera el más hermoso.

-¿Cree que políticos como Cañete o Montoro opinan igual?

-Cada nombre puede significar muchas cosas. Pero hay personas que tienen que hacer más esfuerzos para dignificar sus apellidos. Tener uno complicado tiene su mérito. Yo conocí a uno que se apellidaba Gusano Culebra y el tío los ha defendido.

-Hablando de los políticos. Se están convirtiendo en una gran competencia para usted, ya que no dejan de buscar nuevas acepciones para diversosconceptos como corrupción, imputado, crisis...

-Cada vez se utilizan más eufemismos. En Canadá, por ejemplo, había una polémica sobre que las empresas de gas se cargaban la roca de las montañas. Fíjese la erótica de las palabras, que ahora estas mercantiles lo llaman estimulación de la roca. Leí el otro día que el oficio de moda entre los políticos es el de ´sobre-cogedor´.

-Lo que no tiene nombre es lo de su profesión, ¿o ya va encontrado alguno?

-En España fui pionero. Se pagaban cantidades inmensas por el logotipo, por el diseño... pero nadie se preocupaba del nombre, lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de parir una marca o rediseñarla. En Estados Unidos esta profesión sí existe y la llaman namer o naming. Yo me quedo con la definición de mi hija, nombrador, que para eso tenemos la lengua castellana. De hecho, en el próximo diccionario de la Real Academia la van a incluir.

-El nombre de Amena supuso un gran salto en su carrera profesional. Parecía más bien un presagio de su futuro...

-Los romanos, de hecho, decían que los nombres eran presagios.

-De desaciertos en su gremio habrá para escribir un libro...

-Por ejemplo, lo de Renfe y Adif no ha acabado de entenderlo mucha gente. Además, hay que tener cuidado con lo que puede significar un nombre en otro país. Madrid está lleno ahora de carteles de un medicamento que se llama Imea. También está el del Instituto Médico de la Obesidad (Imeo). Por otro lado, Mitsubishi sacó un modelo que se llamaba Pajero. Muchos concesionarios se negaron a venderlos. Los japoneses desistieron y cambiaron a Montero.

-¿Y cuál es su mayor acierto?

-Uno de mis mayores éxitos, a nivel personal, fue llamar a mi ciudad Lloviedo.