Estoy escribiendo estas líneas y no sé si servirán para algo porque cuando se publiquen valgan lo que vale la cosilla esa que ha puesto en marcha Mariano Rajoy para que no se vuelvan a repetir escenas tan chuscas de gente tirándose por el balcón antes de que le echen la puerta abajo y el banco se quede con la casa, y el muerto y su familia con la deuda, con lo feo que queda todo eso en televisión. Los jueces, que en los últimos días se han puesto en pie de razón, como son tan finos los jodíos, hablan con más propiedad y dicen que se trata de publicidad engañosa. De nuevo, política y televisión usando las mismas armas. Se creó tanta expectación, los ciudadanos nos frotábamos las manos y los ojos con tanta ansia, que parecíamos el personaje de José Mota. Y luego pasa lo que pasa, que el resultado no está a las de expectativas. ¿Qué pasó con Alguien tenía que decirlo? Pues que el nuevo programa de sobremesa de La Sexta se anunció, se vendió, se promocionó con tanta expectativa y tanto ahínco que se llegó a decir y pensar que se encararía con el mismísimo Sálvame de Jorge Javier, el escritor que se ha dado cuenta de que la vida va en serio. Con respecto a los desahucios, igual. La banca siempre va en serio, amigos, le hago decir a Santiago Segura antes de que lo suelten en el escenario de Tu cara me suena convertido en PSY, el surcoreano hortera del Gangnam Style. Cuando un programa se pone en marcha, aunque quieran que nos mondemos de la risa, también se lo toman en serio.

Alguien tenía que decirlo se lo ha tomado tan en serio que han contratado a tres pimpollos para que no paremos de reír con las ocurrencias de esta tropa y del equipo de guionistas. Error. Ha fallado todo. Fallo de programa y, como consecuencia, fallo de audiencia, que apenas llega al 4%. De ahí que tema que cuando usted lea estas letras tal vez el programa ya no exista.

Cerebros en huelga

Claro que esto del tanto por ciento de la audiencia es un dato que a veces esconde cifras que sorprenden. Un ejemplo. Alguien tenía que decirlo hace un 4%. El programa de la mañana de Ana Rosa Quintana, un 18´5%. El Espejo público de Susana Griso, otro tanto, entre el 18 y el 19%. Sin embargo, Alguien tenía que decirlo supera los 500.000 espectadores, llegando a los 532.000, y los mentados de la mañana a veces ni logran esa cifra. Escribo este fárrago de datos pensando que no todo está perdido en la sobremesa de La Sexta.

Colocar a muchos presentadores al frente de un programa no supone que el programa funcione como un cañón, es más, puede ocurrir lo que ocurre en el mentado, que el cañonazo salga por la culata porque lo que te llega a casa es descontrol, follón, guirigay, apelmazamiento, barullo, y sobre todo, y eso es lo peor de lo peor, que el trío de muchachos que lo intentan quieren que te tronches de risa, que te duela el esternón, que acabes tirado por el suelo. Pero no lo consiguen. Estos bigardos son Dani Rovira, David Broncano, y Txabi Franquesa, última hornada de humoristas fogueados en el duro monólogo de El Club de la comedia. No es suficiente. En solitario pueden tener más gracia que Fátima Báñez, la ministra que abre la boca y organiza tumultos en el cielo y en la tierra, pero en manada el resultado es un colapso orgánico. Cada uno va por libre, que en sí no es malo, y por si fuera poco se desconoce la meta, el objetivo, el norte al que se dirigen. Salpican el minutado con una trepidación de secciones tan estúpidas como esa rancia y agotada manía de hacerle hablar al locutor de esas ráfagas con el tonillo de Muchachada Nui. Ahí van algunas de estas tontucias secciones. Tu cara me aterra, Envidia porcina, Fuga de celebros, Mr. Patata, Seis polvos de separación, Tú pasas el Pronto y yo el Cuore. Y así hasta el infinito. Tienen tantas secciones para dar paso a payasadas de Youtube que cuando tienen un invitado no saben qué hacer con él.

Más metralla, ironía, y mala uva

Hace unos días invitaron a Paula Prendes con mucho babeo de machos en celo -hay que recordar que esta tropa dice hacer un programa de corazón en el que todos sus miembros son heterosexuales-. ¿Un programa de corazón? Cuando la actriz llegó al bajo madrileño, con vistas a la calle, donde se hace el programa, y conforme pasaban los minutos, me preguntaba qué hacía allí la invitada. Si uno se pregunta eso, menudo mosqueo se llevaría la propia Paula. ¿Qué pinto aquí?, supongo que pensaría la educada señora, que sin embargo no dijo nada a pesar de que dio la sensación de que era un trasto del que, hasta en un momento dado, se olvidaron de él, y de hecho, tras una pausa publicitaria, Paula Prendes desapareció para volver al final de la martingala. Alguien tenía que decirlo es, hoy por hoy, un mal programa. Los guionistas parecen estar de vacaciones, y eso que detrás está Globomedia, una de las grandes productoras de este país, mamá de programas como Sé lo que hicisteis -¿era Alguien tenía que decirlo un intento de recuperar su rollito?- y de El intermedio, vaya tela. Estoy seguro de que la productora no ha pensado en espectadores como yo, aunque uno también sonría con el gag que le montan a Paquirrín y su reciente paternidad. Con un muñeco, al hijo de la Pantoja le van explicando lo del hipo, lo del pañal, y le hacen ver que cuando la Jessi, la mamá de la criatura, "se saque el pecho es para que mame el niño, no te calientes, tío". Buen golpe. Pero enseguida hago la pregunta del millón, ¿en qué tipo de audiencia ha pensado la cadena? Le tomo a mi colega Bosco Palacios -electruduende.com- una idea que me parece brillante y aclaratoria. Alguien tenía que decirlo está hecho para un público de 140 caracteres. Es perfecto. O sea, que si El hormiguero es para mí una cita con un infantilismo cafre, Tonterías las justas una tomadura de pelo, y Otra movida una tortura que no merece ni Ana Mato, lo de este programa es un descenso a un parvulario que sólo se corregirá con ironía y mala uva, que no estamos para fiestas en McDonals aunque te prometan la corona del rey.