-Usted declaró recientemente que Telecinco maltrataba a Aída cortando las temporadas a la mitad o poniendo publicidades en medio de una frase. ¿Les ha quedado trauma?

-No, en absoluto. Tampoco he recibido ningún comentario por parte de la cadena. Me han respetado la opinión. Telecinco tiene su filosofía y su manera de entender la programación. Lo que yo dije creo que fue una manera de recoger lo que la gente de la calle piensa.

-¿Por qué capítulo van?

-Hoy [por el pasado jueves] hemos rodado el 197. Estamos llegando al 200, un episodio que será especial. Los guionistas están echando ahí el resto.

-¿Cómo evoluciona su personaje, Chema? ¿Se le va curando la ingenuidad?

-No, qué va. La cosa es no perderla nunca. Los personajes de Aída están troquelados todos desde ese prisma, incluso los más canallas, como Mauricio, quien representa lo incorrecto, aquello que no somos capaces de decir pero que a veces pensamos. Chema es un poco como El idiota de Dostoyevski. El personaje de la novela es un ser maltratado que tiene un alma blanca y que recibe por todas partes. Para mí, Aída es una obra de ingeniería de los guionistas, sobre todo en la construcción de los personajes. España debería reflexionar sobre la importancia de la figura del guionista. Ya es hora.

-En EE UU Aaron Sorkin es Dios. ¿Le ha gustado The Newsroom?

-Es muy bueno. La verdad es que me han llegado diferentes opiniones de esa serie. Que no es tan buena. En fin, no siempre se acierta. El otro día Jonathan Franzen decía que el piloto que había visto sobre Las correcciones era un horror. Pese a ello, es un guionista excelente.

-Como actor, ¿hace solo lo que sale en el guión?

-En Aída nos ceñimos mucho a él. Somos respetuosos. Cosa que no quita que hagamos algunas variaciones o propuestas siempre y cuando se admitan y aprueben.

-¿Echa en falta más humor en la televisión?

-Se echa en falta en todos los ámbitos de la vida. Hay que practicarlo más porque es una herramienta para la convivencia. En España somos muy dogmáticos, no queremos que nos digan las cosas a la cara. El humor es un ejercicio de libertad, y a eso se le teme mucho. Creo, por ejemplo, que la sátira política está ausente de los grandes medios de comunicación. Quien siempre la ha hecho y es muy bueno es Leo Bassi. Pero no tiene una tribuna importante desde la que practicarlo.

-En el espectáculo que trae a Palma, ¿a quién se somete realmente a una encerrona: a usted mismo o al público?

-Bueno, yo no pienso someter a nadie. Expongo simplemente algo que ocurre en la vida. Y es que estamos encerrados muchas veces en las cosas y en la vida misma desde que nacemos. El personaje que interpreto se ve encerrado por una circunstancia y se obligado a hacer determinadas cosas. El espectáculo es una metáfora de lo que pasa en la vida. El público se sentirá identificado con un perdedor y con alguien que vive en el error. Pero hay un lectura positiva en la pieza: el error debe espolearnos a seguir hacia adelante. El error no debería ser un elemento de frustración.

-¿Pero da risa el espectáculo?

-Sí. Aunque a veces nos riamos de algo que es en principio terrible. A mí el espectáculo me da mucha risa. Llevo más de 20 años con él. Es un show muy contrastado que ha ido evolucionando. Y sigue muy vivo. Todos los martes lo represento en el Teatro Bellas Artes de Madrid.

-Hay gente que cree que se puede hacer humor de cualquier cosa. ¿Incluso del desahucio?

-Yo también lo creo. Sólo que la forma de llegar al público quizá sea distinta. Algunas veces el humor te hace reír y otras veces pensar. El Roto, por ejemplo, nos da pellizcos y no nos levanta carcajadas. El suyo es un humor agrio que trata sobre la represión, el mundo financiero, la guerra, el desahucio.

-¿Ve a Filemón en 3D?

-Al final la hacen en animación. Así que no participaré. Me da pena, pero comprendo y respeto mucho el proyecto de Javier Fesser.

-¿Era Miliki el payaso por antonomasia? He echado en falta estos días opiniones autorizadas sobre su figura.

-Para generaciones enteras ha sido una referencia constante. Muchos empezamos así, en la profesión, viendo Los payasos de la tele. En mi caso me influyó él, pero también otras cosas. Miliki lo que hizo fue dignificar la figura del payaso, una profesión admirada pero también infravalorada.

-Habla en primera persona. ¿Se considera un payaso?

-Sí. El personaje del show que traigo a Palma lo es. Para él, sin embargo, me he inspirado más en los grandes payasos del cine mudo, como Chaplin o Buster Keaton. Mi payaso va vestido en tonos grises, sale de esa textura de color del cine mudo y en blanco y negro. Por otra parte, está más ligado a los clowns de Samuel Beckett.

-Usted concurrió a las elecciones municipales en San Sebastián de los Reyes en la lista del partido local izquierda independiente. ¿Es el político otra modalidad de payaso?

-No soy afiliado a ese partido, pero tengo amigos dentro y quería de algún modo que quedara constancia de mi compromiso y línea política. Les dije que sí a lo de la lista, siempre que no existiera el riesgo de salir elegido. Por otra parte, la palabra payaso es muy ambigua. Hay una acepción de payaso en sentido negativo y sin gracia. Creo que hay o ha habido suficientes políticos payasos y por eso la política está tan desprestigiada. En efecto, la culpa la tienen ellos.

-Arturo Fernández dijo sobre los manifestantes en un canal de televisión: "No he visto gente más fea". ¿No estaría haciendo humor?

-Esa declaración me parece muy frívola. Dice mucho de él. Le respeto como actor, pero ideológicamente estoy en las antípodas. Lo que ha dicho es una chorrada. Es un argumento muy infantil que demuestra que no sabe nada de lo que le está sucediendo actualmente.