En medio de la angustia, de la desorientación, entras y ves un dibujo con el nombre de tu hijo que te provoca una sonrisa, porque alguien, pese al trabajo y a la urgencia del ingreso, ha tenido el detalle de poner una nota de ternura. Debajo, colgadas, hay dos batas de color verde, una para el padre y otra para la madre. La coges y te la pones. Das unos pasos. Hay un lavabo y jabón para desinfectarse bien las manos... Al entrar en la sala de cuidados, las enfermeras y auxiliares te explican lo básico, cómo está el bebé ahora y qué es lo que hay que hacer... saben que no estás en condiciones de asimilar mucha información. Da igual. Te lo volverán a repetir, cuando hayas vuelto al mundo real. Es comprensible, tu hijo ha nacido pero las cosas no han salido como deberían, si no, no estaríais aquí, en la Unidad de Neonatología del hospital, en Son Llàtzer.

"La imagen idílica que uno tiene cuando espera un hijo, aquí se rompe todos los días", comenta la pediatra Ana Filgueira. Pertenece al grupo de especialistas de esta unidad, en la que no basta con saber tratar a los pacientes más pequeños. Hacen falta grandes dosis de psicología para hablar con los padres y para seguir adelante cuando las cosas se tuercen dramáticamente. En Neonatología hay niños prematuros, otros que han nacido a término, pero con algún problema, o simplemente recién nacidos que se encuentran desamparados porque su madre esté enferma y ha sido ingresada.

Con los prematuros, mientras permanezcan en una incubadora, se intenta que estén en condiciones similares a las que tendrían dentro de sus madres. La luz no les da directamente, no hay ruidos fuertes y sólo se les toca lo imprescindible. Aunque el bebé sea el que permanece ingresado, "el paciente es la familia al completo. La madre y el padre necesitan apoyo", matiza Verónica Lluch, la coordinadora de las enfermeras de Neonatología. Y convencidos de que se debe permitir el contacto entre padres e hijos al máximo, Neonatos implantó hace unos años la política de puertas abiertas, sin horarios restrictivos para los progenitores. "Todos los médicos y sanitarios hemos comprobado que los pacientes mejoran si la familia está a su lado. Ganan más peso, se retira antes la respiración, disminuye el tiempo de estancia aquí...", añade Filgueira.

Pero esas puertas abiertas también ha hecho necesario cambiar la filosofía de trabajo. Todo lo que hacen los pediatras, enfermeras y auxiliares es observado por los padres, con una preocupación lógica. "Poner una vía es difícil, sentirte cuestionado como profesional es difícil, pero con el tiempo es mejor... Estás más reconocido, porque ven que te preocupas, cómo trabajas", comenta la pediatra.

Todos los que han prestado su testimonio para este reportaje reconocen que también hay que tener cuidado con lo que se comenta entre los propios enfermeros y cómo. Los padres están muy sensibles y están deseando tener buenas noticias constantemente, cuando no siempre es posible. "Te gustaría decirles que no le pasa nada, que no se preocupen... Pero no se engaña, siempre se dice la verdad, por dura que sea. Las madres están fatal, y después de unos días del parto, aun más... A lo mejor tú le estás explicando que el bebé va para atrás y al final ellos sólo preguntan ¿pero se pondrá bien? y lo vuelven a preguntar en cada turno", comenta Angela Coves, una de las enfermeras más veteranas.

En ocasiones, los padres no quieren ver la realidad, rehúsan coger a su hijo en brazos... Los pediatras se han encontrado con casos muy graves en que a los padres sólo les preocupan cuestiones menores, como la ropa de cama que le ponen en la cunita, o que no les ponen nombre hasta tener garantizado que sus hijos van a salir de esta...

Puertas abiertas

El sistema de puertas abiertas también ha dado pie a situaciones cómicas, que por lo general han tenido como protagonistas a familias inmigrantes, chinas y africanas. "Se piensan que los vemos a todos iguales y no nos damos cuenta. Y cada día te viene un hombre diferente diciendo que es el padre del bebé... y a lo mejor es un tío que viene de visita. Y tú le dices, ´usted no es el que vino ayer... Sí, sí, yo padre, yo padre´, te contestan... pero les acabas pillando, siempre", comenta Angela.

Lo bueno de las puertas abiertas es que los padres pueden ver a sus hijos siempre que quieran. "Hay padres que han venido de madrugada, antes de irse a trabajar", apunta sobre esta libertad de horarios Ana Filgueira, aunque también admite que no todas las familias saben comportarse y respetar la tranquilidad que se respira en la unidad. Los facultativos y resto de personal sanitario tratan con todo tipo de personas, estratos sociales, nacionalidades y culturas, y no siempre con todos los recursos al alcance para un buen entendimiento, como un traductor. "A veces hay gente que no sabe leer, o al menos en nuestro idioma, y se tiene que ir a casa con un tratamiento para su hijo... Y hay quien no tiene cobertura económica y tiene un niño muy enfermo", expone la pediatra. En esos casos, aquí se les orienta para que las familias consigan ayuda para poder cuidar a su bebé.

En Neonatología hay varios pediatras y 16 enfermeros y otros tantos auxiliares, que son en mayoría mujeres y que se distribuyen por turnos para atender a un máximo de 23 niños, aunque normalmente son menos los ingresados. Cada tres horas, salvo excepciones, se dan las tomas de leche, se cambian pañales, se comprueba el estado de cada bebé... A las dos de la tarde, los pediatras informan a los padres de la situación de su hijo y de lo que esperan en las próximas horas. Y así cada día.

"Todos los médicos sabemos las características de cada niño para poder garantizar su seguridad. Pediatras y enfermeras tenemos que ir a una, trabajar en grupo, que todos tengamos la misma filosofía de trabajo, con los obstetras, las matronas... La comunicación es la base, pero hay días que no nos comunicamos lo suficiente por mucho trabajo...", explica Ana Filgueira sobre el funcionamiento de la unidad.

Las enfermeras y auxiliares son quienes permanecen en todo momento en las diferentes salas, según la gravedad de los bebés. Además del parte escrito, tienen por costumbre comentarse lo ocurrido en el cambio de turno. Desconectar es difícil a veces, y más de una vez han llamado a sus compañeros en su día libre para saber si un niño en concreto está bien... Al menos así lo vive el grupo de enfermeras y auxiliares que hoy está de turno. Yolanda Barba, Isabel del Río, Maria José Sanna y Magdalena Rosselló aseguran que no cambiarían su lugar de trabajo por nada, pese a que trabajan aisladas y tienen nulo contacto con el resto de compañeros del hospital.

"Los inicios son duros, en la universidad no te enseñan. Todo es diferente, poner las vías, las analíticas, los medicamentos diferentes con sus dosis más pequeñitas...", señala Magdalena, quien lleva ya ocho años en Neonatos.

Algunas de ellas son madres. Eso marca un antes y un después, aseguran. "Te afecta más, solo con mirarlos, ya sabes lo que están pensando los padres", dice María José. Lo mismo opinan Verónica Lluch y Ana Filgueira. Se nota, dicen, "cuando los celadores bajan un bebé a rayos, cuidan de él, de que no coja frío... Si han tenido niños y los han tenido ingresados, tienen una sensibilidad diferente", añade la pediatra.

Aunque los bebés suelen salir adelante y la tasa de reingreso es muy baja, según indica Filgueira, las cosas no siempre salen bien y el paciente muere. "La evolución de un niño puede ser muy dispar y las complicaciones pueden presentarse aun cuando los niños están bien. Infecciones graves, muerte súbita...", comenta la pediatra. "Cuando eso pasa, siempre afecta. Pero cada uno tiene que aprender a desarrollar mecanismos, porque aun afectándote, tienes que seguir trabajando. Hay un vínculo, pero tienes que ser profesional", añade la doctora. No se puede hacer un pronóstico de un neonato fácilmente, hay que ir paso a paso. "Hay niños que nacen muy pequeños o con complicaciones graves... Otros nacen con 26 semanas, en casa y sobreviven, con complicaciones, pero van bien... Otros nacen en parada y sobreviven... Y a todos los tienes en la cabeza. Y también a los que se han muerto. Y piensas qué mala suerte tuvieron. Niños a los que les faltaba poco para irse y se mueren...", continúa la pediatra.

Es "el lado oscuro" de la unidad, comenta la enfermera Angela. Su compañera Yolanda también reconoce que le afecta, más si son niños que han estado durante tiempo en la unidad: "Durante una semana, se ve en el ambiente".

También tienen que aguantar los malos modales que la angustia provoca en algunas personas. "Muchas veces la toman contigo, y tú no tienes la culpa. Los primeros días no entienden las normas, los horarios, aunque después lo agradecen", explica la auxiliar Isabel, que lleva ya ocho años aquí.

Superado lo malo

El lado bonito de Neonatos es la relación que se establece entre las familias y el personal de la unidad, que en muchas ocasiones perdura tras el alta, sobre todo con los pediatras, que siguen viéndoles en la consulta. Invitaciones a los cumpleaños de los niños, visitas al hospital para saludar al personal, dibujos con dedicatorias cariñosas, forman parte de lo bueno.

Los bebés milagro crecen y cambian y un día, por la calle, las enfermeras se cruzan con ellos y a quienes reconocen son a los padres. "No siempre te acuerdas de los nombres, pero sí de sus caras", comenta Angela. Hay niños que dejan huella. Las enfermeras de turno coinciden al pensar en ello. A todas les viene a la cabeza una misma niña, que nació con poco peso, unos 700 gramos. "Ahora tiene siete años y nos viene a ver de vez en cuando. Está hecha un bicho", explican.

Lluís Campins Ribas ha sido uno de los últimos bebés en recibir el alta de esta unidad. Todavía debería estar dentro del vientre de su madre, pero nació prematuro hace más de un mes. "L´han surat", comenta Montse utilizando esa expresión tan mallorquina mientras lo acaricia. Lluís está en su regazo, arropado. Cuando lleguen a casa empezará la vida real. El tiempo en Neonatología "ha sido una pausa", todo quedó aparcado y dejó de tener importancia en el momento en que el pequeño vino al mundo con 1.700 gramos y antes de tiempo. Estuvo en incubadora y al principio lo alimentaron gracias a las reservas del banco de leche, ya que su madre todavía no la producía. "Da igual que tenga cables por todos lados, ellos te dan el bebé para que lo cojas y te ayudan", explica Montse, ahora ya con la tranquilidad que da saber que en cuestión de horas estarán en casa. Ya han superado lo peor, incluso el temor de que el bebé deje de respirar, "porque a veces se olvidan...". Junto a esta madre, Sara Marina está recostada en una butaca y sobre ella, metida dentro de su camiseta, piel con piel, Elisa, dormida. Ni las voces alrededor ni el ruido de la cámara de fotos la despiertan.

Esta pequeña también ha sido prematura, aunque durante las semanas de embarazo ya le dio algunos sustos a sus padres. En Barcelona, estando dentro de su madre, le hicieron trasfusiones de sangre... Cuando vinieron a Mallorca, les derivaron a Son Llàtzer donde nació la pequeña. "Me han dicho que no han visto un caso tan grave en los últimos seis años. Es una luchadora nata", dice su madre. Su pareja está trabajando en Sant Llorenç y acude al hospital cuando puede. El resto de la familia está en Córdoba, por lo que Sara es la que está permanentemente con su niña. "Todas las enfermeras me dan mucho cariño. Los días que te ven desanimada no te dejan, te dan consejos...".

Sara pudo coger a su pequeña por primera vez a los tres días de nacer. "Fue inexplicable. Yo la sentí diferente", comenta la joven. Elisa pesó 1,5 kilos, aunque "ese peso no es real, porque tenía mucho líquido y no se sabe...".

Aunque parece extremadamente difícil tratar a pacientes tan pequeños y sin posibilidad de comunicación verbal, quienes trabajan en esta unidad no lo ven así. "El miedo a los niños es por desconocimiento. Tienen sus códigos, formas de expresión que no están habituados, pero una vez que lo entiendes... Con la gente mayor con demencia pasa lo mismo", compara Filgueira. Verónica, lo confirma: "Es verdad que dentro del mismo hospital hay miedo a trabajar con neonatos... Pero tienen expresiones, el tipo de llanto, ¡la comunicación no verbal es tan potente!".

Los pacientes no han elegido estar en Neonatología, pero la mayoría de quienes les cuidan, sí. Ya sea porque les gustan las situaciones al límite, la pediatría o por otras circunstancias. "En general, siempre haces un balance positivo. El tiempo te enseña a que no eres la culpable de todo... Y sobre todo, hay que saber transmitir a las familias, porque nadie está preparado para tener un niño prematuro o enfermo", afirma la pediatra.