Desde que Francis Crick comenzó a promover el estudio de la consciencia humana en el Salk Institute de San Diego, científicos de todo tipo de pelaje se han interesado por ese fenómeno tan elusivo y tan inaccesible como es el de transformar las señales sonoras, visuales, olorosas y táctiles en una sensación personal. Los procesos cerebrales que conducen a la consciencia han sido estudiados desde el nivel más profundo, el molecular y celular, por investigadores como Luigi Agnati y Kjell Fuxe; en el más elevado, el de los perceptos conscientes, por una retahíla de psicólogos, arqueólogos, antropólogos, filósofos y lingüistas. Una de las últimas aportaciones ha sido el hallazgo en el yacimiento de Pinnacle Point de Sudáfrica de unas tallas diminutas -microlitos- que Kyle Brown, del departamento de Arqueología de la universidad de Ciudad del Cabo, y sus colaboradores han publicado en la revista Nature. La mayor diferencia que hay entre ese descubrimiento y los anteriores de cuevas muy cercanas con herramientas complejas e indicios del uso de pigmentos de ocre consiste en la interpretación hecha por Brown y sus colegas de la mente de quienes fabricaron los microlitos. Para obtenerlos, tuvieron que utilizar técnicas de calentamiento de las piedras, así que esos investigadores sostienen que manejar tecnologías tan complejas habría precisado un nivel de comunicación muy alto como es el que proporciona nuestro lenguaje. De ser así, el habla humana habría aparecido hace cerca de 71.000 años al menos, que es la edad de las tallas de Pinnacle Point.

Las hipótesis acerca del origen del lenguaje y la mente humana son eso, ideas más o menos especulativas cuyo sometimiento a prueba -lo que se conoce en términos científicos y filosóficos como falsación- es muy difícil de llevar a cabo. Kyle Brown y colaboradores, al final de su artículo, sugieren que los neandertales habrían tenido unas capacidades cognitivas inferiores a las de los humanos modernos que entraron en Europa no sólo con herramientas sofisticadas sino con un bagaje mental más desarrollado. Algunos comentarios hechos en la página web de la revista Nature protestan ante una inferencia así, sosteniendo que del tipo de útil que se usa no puede deducirse la capacidad cognitiva porque intervienen otras variables como son las de la necesidad de utilización de la herramienta en un entorno determinado. Eso mismo puede justificar el que los Homo erectus de la isla de Java (Indonesia) no nos hayan dejado apenas útiles de piedra: es probable que utilizasen bastones, hachas y cuchillos de bambú sin necesitar de complicadas técnicas de talla.

Cómo sería la mente de los neandertales es una pregunta que lleva en el aire desde que apareció el ejemplar del valle de Neander en Alemania. Es probable que nunca sepamos contestarla con el suficiente detalle. Si nos cuesta entender cómo es la consciencia de nuestra propia especie, hacer eso mismo con otra distinta entra, como dijo el filósofo Thomas Nagel, en lo inalcanzable.