Joana Oliver Moragues, copropietaria con su hermano Gabriel de la posesión de Binicomprat (Algaida), adquirida por un antepasado suyo en 1511, ha visto reconocido recientemente el esfuerzo que desde hace más de veinte años lleva realizando en pro del vino mallorquín. Uno de los vinos que se elaboran en la bodega de la citada finca, de la que se encarga principalmente su hijo, Carlos Cabeza Oliver, el tinto OM 2010, fue premiado en el concurso internacional Expovina, celebrado recientemente en la ciudad helvética de Zúrich, con uno de los cinco galardones Gran Oro.

-¿Tanto les ha impactado en positivo que uno de sus vinos obtuviera un Gran Oro en Expovina?

-Más que impactado, este premio, de gran importancia para cualquier bodeguero que se precie, viene a confirmarnos la trayectoria enológica que nos marcamos cuando mi hermano Gabriel y yo decidimos, hace unos años, devolver a Binicomprat, una finca que desde hace quinientos años pertenece a nuestra familia, la tradición enológica que había tenido.

-¿Que han querido reflejar en sus vinos?

-Un culto a la naturaleza. Nuestras viñas alcanzan seis hectáreas, si bien, se encuentran rodeadas de un frondoso bosque de 150 hectáreas, en donde se enmarca un coto de caza lleno de vida.

-¿Tan ecológicas son sus viñas?

-No entran en ellas ningún tractor, y menos el arado, siendo el propio entorno el que actúa de forma continua y permanente en las viñas, siendo abonadas constantemente por la fauna, muy variada, que habita en el bosque. Paralelamente, en los ciclos cronológicos que se van sucediendo entre las cepas, actuamos de forma natural, realizando los diferentes trabajos propios de cada estación.

-¿Usted es una ecologista empedernida?

-Adoro la naturaleza, la respeto mucho, y cuando la cuidas, ella te devuelve los favores que le has hecho multiplicados.

-¿Cruza los dedos cuando mira al cielo?

-Dependemos del clima, por lo que ninguna cosecha suele ser igual a otra. Claro que, a veces, va en una dirección o en otra, lo que también puede ser un riesgo. De cara a la vendimia de este año, ya realizada, y en la que hemos tenido de un 10 a un 15 por ciento de merma en la uva, aunque con muy buena graduación, debido a que hemos tenido un tiempo tan seco como caluroso, decidimos podar y retirar menos hojas de las cepas para conseguir una sombrilla protectora unida al beneficio de las noches frescas. Una opción que tuvo sus riesgos, ya que de haber llovido o hecho menos calor hubiéramos tenido un fracaso, pero nos salió bien la apuesta.

-¿Cuando toma una decisión no vuelve atrás?

-Las indecisiones suelen pagarse más caro que las malas decisiones, pienso yo. Hago algo en lo que creo, basándome en la emoción que me producen una serie de cosas: no soy proclive a traicionar mis convicciones por el mercantilismo, pues lo que me interesa es ir sumando reconocimientos, especialmente por la forma de hacer las cosas y por la elaboración de nuestros vinos. La cuestión es mantenernos en la línea de actuación que nos hemos fijado.

-¿El mundo del vino ha dejado de ser machista?

-En la época en que entré en él estaba dominado absolutamente por el hombre, no sólo en Mallorca, sino en todo el mundo. Tuve que aguantar muchas cosas, pero seguí mi camino, aunque debido a entrar en un mundo nuevo mi inexperiencia inicial y algunas malas pasadas hicieron que mis primeros pasos no fueran por un camino de rosas. Ahora es diferente, ya que la mujer deja sentir su peso en las bodegas del planeta, y en la isla hay muchos ejemplos de mujeres que están al frente de ellas o que empiezan a asumir responsabilidades en ellas.

-¿La mujer da un toque especial al vino?

-Eso del toque femenino lo encuentro fuera de lugar. Cada mujer es diferente, como el hombre, por lo que la cuestión es ser fiel a sí mismo. En mi caso, mi sensibilidad está en la tierra que piso, la cual me da frutos si la sé trabajar sin agresiones y tratar como se merece. A mí, quien me habla es la naturaleza.

-¿Se considera una pionera en la recuperación del vino en Mallorca?

-Al introducirme en el mundo enológico mallorquín no había más de diez bodegas que embotellaran su vino, mientras que ahora hay casi sesenta. Fuimos una serie de personas que creímos en que en la isla podrían hacerse buenos vinos propios, y es algo de lo que dudan muy pocos actualmente, aunque hace veinte años parecía ser una quimera. Se trabajó y se consiguieron triunfos, aunque nunca hay que bajar la guardia.

-¿Las bodegas pequeñas como la suya están en desventaja con las grandes?

-Mucho, ya que las grandes tienen medios suficientes para darse más a conocer. Aunque, en estos momentos, a nivel exterior, especialmente por concurrir a salones enológicos y premios internacionales como lograr galardones, las bodegas pequeñas empiezan a ser conocidas y reconocidas fuera. Y en cuanto a las bodegas ecológicas, como es nuestro caso, son cada vez más valoradas.

-¿Pueden conseguir vinos tan buenos como los mallorquines con variedades foráneas?

-Elaboramos unos vinos que son un ejemplo palpable de su idiosincrasia enológica actual isleña. En nuestras viñas, de las que sacamos toda nuestra producción de uva, tenemos plantadas las variedades autóctonas Manto Negro y Callet, junto a las francesas Cabernet Sauvignon, Shyra y Merlot, en lo tocante a las tintas. Respecto a las blancas, tenemos Sauvignon Blanc, Chardonnay y la mallorquina Prensal Blanc.

-¿Tienen futuro los vinos blancos de Mallorca?

-La isla siempre ha tenido vinos blancos, pero hay que tener cuidado con las variedades que se utilizan. La variedades blancas como las tintas autóctonas isleñas tienen, en muchos casos, que ensamblarse con otras foráneas para lograr esos tonos de color, aromas y sabores que marcan su personalidad como su calidad. Y soy partidaria de introducir más variedades de fuera en la isla, pero muchas veces no se puede, ya que no se autorizan.

-¿Las DO son un corsé que aprietan demasiado?

-En las DO los grandes suelen comerse a los pequeños, por eso optamos por entrar en la Indicación Geográfica Vi de la Terra de Mallorca. En ella dependemos de la conselleria de Agricultura, no dándose tantos intereses creados como en los consejos reguladores que rigen en las DO.

-¿Estaría de acuerdo con la DO Mallorca para los vinos isleños?

-Mallorca es un nombre que se conoce mucho en el exterior, por lo que sería algo viable para muchos de nosotros, ahora bien, exigiendo que los pequeños tuvieran la misma voz que los grandes.

-¿Sus clientes son foráneos?

-Nosotros exportamos el 80% de nuestra producción, siendo ésta de una media anual de unas 20.000 botellas al año, de las que la mayoría son de vino tinto, ya que nuestra producción de blanco es limitada aún. No olvidemos que son los visitantes extranjeros, especialmente los centroeuropeos, quienes fueron de los primeros en creer y aupar los vinos isleños.

-¿Hay que apechugar con la quema de basura del exterior en la isla?

-De ningún modo, sería una auténtica vergüenza. Hipotecaría de nuevo, y con mayor contundencia, lo poco que nos queda de paraíso, cargándose una vez más la imagen de Mallorca. Hay que reciclar y no quemar, pues esto último es un buen negocio para unos cuantos. Como siempre.