Tras publicar una primera novela histórica ambientada en la posguerra española -El Metralla. Andanzas de un sublevado-, a Manuel Avilés se le quedó anidando en la mente el anhelo de escribir un relato mallorquín, una historia desesperada y trágica sobre las relaciones humanas que tiene como telón de fondo una isla que el exdirector de la prisión de Palma conoce al dedillo. "El protagonista del libro -explica- deambula por diferentes rincones de la Serra de Tramuntana: Valldemossa, Sóller, Deià, Escorca... Lugares que he frecuentado gracias a mis amigos moteros", señala. Para describir los escenarios de ...Ya hemos estado en el infierno -título de la novela-, el propio Avilés reconoce que se subía a su ´dos ruedas´ armado de una libreta cual Camilo José Cela en Viaje a la Alcarria "salvando las distancias, claro", matiza el escritor.

En esta ocasión, el motor de estas páginas, que ayer presentó en la librería Agapea junto a la exalcaldesa Aina Calvo y el también escritor Fernando Schwartz, reside en una obsesión patológica. Una vorágine infernal ("que no tiene nada que ver con la isla", puntualiza el autor) en la que se ve inmerso el protagonista, Marcos Aláez, un profesor que rompe con la monotonía de su vida anterior y que viene a parar a Mallorca, donde conoce a otra docente, Amanda, "un personaje frívolo, distante, hedonista y superficial por el que pierde la cabeza, como le pasó a Petrarca con Laura", comenta el también colaborador de Editorial Prensa Ibérica, empresa a la que pertenece DIARIO de MALLORCA. Así las cosas, Marcos vive un infierno particular -"todo ficción"- que le permite al autor ahondar en el sentido de la existencia y a su vez dirigir una crítica hacia la precariedad y miseria del ser humano. "Soy un pesimista filosófico. Supongo que me debe haber influido el hecho de haber estado trabajando en cárceles durante 35 años -asegura-, eso marca. Cuando a las personas se les priva de libertad, ves lo más abyecto pero también lo más sublime. Es una situación límite, como la que vive el protagonista del libro [editado por Club Universitario], preso de sus propias obsesiones y de la relación patológica que vive con Amanda", observa.

Para la construcción de este personaje femenino, Avilés ha recibido las sugerencias de tres mujeres: la letrada alicantina Antonia Chinchilla (quien firma la solapa de la novela), la abogada mallorquina Mercedes Cánaves y la directora del CEPA Amanecer y profesora de Lenguas Clásicas Francesca Estarás.

La novela -"muy trabajada, me ha costado muchas noches de insomnio"- se enmarca en el género epistolar y tiene un final cuando menos sorprendente.