Es el lugar donde se desayuna, se come y se cena ensaïmada, y en el que se pica porcella entre horas. Donde la gente -´cerrada y desconfiada´- se llama Catalina, Antònia, Francisca, Xisco, Jaume, Toni, Tomeu y Juana. Donde cualquiera que no sea del lugar es foraster. Donde todo el universo conocido es la isla. Donde recorrer setenta quilómetros en coche parece ser el fin del mundo. Es la tierra de las quelitas con sobrassada, del Laccao, de las herbes dolçes y del palo con sifón. Welcome to Mallorca.

Desde George Sand hasta Guy de Forestier, las pupilas de varias generaciones han retratado las costumbres, el carácter y el vivir mallorquín. Se ha tildado a sus gentes de herméticas, desconfiadas, serias, poco habladoras pero de gran corazón. La pregunta es, ¿qué hay de cierto en esos tópicos? ¿De dónde salen?

Felip Munar, costumbrista popular, filólogo y profesor de la UIB, no habla de tópicos. Él prefiere llamarlos "medias verdades generalizadas, que no son más que mentiras. Una isla siempre suele tener más tópicos, como cualquier colectividad cerrada. Y los tópicos, cuando no pueden salir fuera, se hacen más intransiguentes, más tenebrosos. Eso es lo que nos ha pasado a nosotros", aclara Munar.

Suspicaces, poco habladores, oscuros. Palabras que retumban en la conciencia popular mallorquina. "Desde los inicios de la historia de la isla, todo aquel que haya pasado por aquí lo hacía para llevarse cosas. Por eso se miraba mal al foráneo -foraster-, porque se desconfiaba mucho del desconocido", comenta Munar. Eso podría explica el carácter retraído de los mallorquines y su fama de reservados. "Dan poca información precisamente porque recelan de aquello que no conocen", aclara el filólogo.

Gente callada y con un lenguaje propio e impreciso que hay que interpretar. Ja ens veurem o Ja et diré coses son expresiones típicas que se utilizan en la isla. Su significado encripta una única verdad: que hay que pasar a otro tema. Al menos así piensa la taujana Àngels Martorell. "Hay conversaciones que sólo nosotros entendemos y muchas palabras o expresiones que no tienen traducción porque son sólo mallorquinas", aclara la joven.

El arquitecto Carlos García-Delgado recogió en el best-seller Queridos mallorquines expresiones, costumbres y tradiciones arraigadas que han dejado huella en el alma de la isla. Para Guy de Forestier -pseudónimo con el que García-Delgado firma el libro- las gentes de Mallorca tienen un carácter especial y diferente, y la clave para entenderlas es conocer su historia. "En cada sitio la manera de ser de la gente viene de muy antiguo", explica el arquitecto. "Mallorca tiene una cultura talaiótica. Por la isla no pasaron ni íberos ni celtas, ni fenicios ni griegos: los talaióticos no dejaban entrar a nadie. Para hacernos a la idea de la incomunicación que hubo: mil años después de publicarse La Ilíada, en Mallorca aún no se conocía la escritura", añade.

Este fenómeno de aislamiento ha forjado la manera de ser de los isleños. Hay una anécdota muy curiosa de un señor mallorquín que fue a Madrid y se sentó a comer a un restaurante. Cuando pidió unes sopes i un un bistec, el camarero le preguntó si era forastero, a lo que el mallorquín, enfadado, respondió: Jo? Tu ets es foraster, jo som ben mallorquí! [¿Yo? Tú eres el foraster, yo soy bien mallorquín].

Y es que en el ideario mallorquín el foraster es todo aquel que no sea de Mallorca, se esté o no en la isla. Felip Munar apunta que, antaño, Mallorca era -como muchas otras islas- todo el universo conocido, "como si no hubiera nada fuera de aquí. El mundo se distinguía entre Mallorca y fora de Mallorca", aclara. Eso puede explicar la particular manera de entender y concebir el mundo que se tiene en la isla de la calma.

Mallorquins, siau qui sou! La canción del escritor y músico manacorí Guillem d´Efak esclarece todo tipo de dudas: Mallorca rebosa carácter y personalidad.