"En Mallorca todas las chicas son así de guapas y más todavía". Estas palabras salían de los labios nerviosos de una Maruja García Nicolau recién coronada como Miss Europa. Era el año 1962 y en el gran Casino de Beirut, en un Líbano en el que aún no había estallado la guerra, la mallorquina, que se sentía "como una hormiga entre tanta belleza nórdica", comenzaba a vivir su sueño. "Aún recuerdo aquel día como uno de los más felices de mi vida". Alejada ya de los grandes focos, madre de familia numerosa y orgullosa abuela de siete nietos, viaja con DIARIO de MALLORCA cincuenta años atrás para rememorar "sin nostalgia" aquellos primeros pasos en el mundo de la moda y confesar lo que el título supuso en su trayectoria vital.

Los periódicos de la época llevaban en sus portadas aquel viernes, 1 de junio de 1962, la noticia de la elección de Maruja García Nicolau (Palma, 1943) como Miss Europa, "ganadora gracias un gran número de votos y con el aplauso de los 1.500 espectadores que llenaban el teatro del Casino". Cuentan las crónicas que, al serle comunicada la noticia, "estuvo a punto de desmayarse, pero se recuperó pronto y con su simpatía y sencillez, cualidades que le han ayudado decisivamente en la obtención del título, pudo recibir la corona de plata de manos de su predecesora, la alemana Ingrun Möckel".

"Pensaba que lo máximo a lo que podía aspirar era a que me nombraran Miss Simpatía. Imagínate, tan morena yo y ellas tan rubias y altas. La verdad es que me quedé un poco en estado de schock. Pero luego vi a toda esa gente puesta en pie, aplaudiendo y... fue algo increíble", cuenta Maruja García, que acaba de cumplir 69 espléndidos años. "Ponlo, no tengo ningún problema en confesar mi edad porque me encuentro estupenda, genial, mejor que nunca. No sé si he ganado en belleza, pero sí en años", bromea.

Lo que sí que no se esperaba aquella chica que contaba por aquel entonces con 18 primaveras era el recibimiento que iba a vivir a su llegada a la isla, con un millón de pesetas en metálico y muchos regalos -entre ellos un rutilante Mercedes- en su bolsillo tras proclamarse reina de la belleza. "Parecía que quién había aterrizado en el aeropuerto de Son Sant Joan era doña Sofía. ¡Pero si hasta cerraron los comercios en el centro de Palma para darme la bienvenida. Había tanta gente en las calles, dándome la enhorabuena. Era un sueño".

Pero a pesar de los aplausos y de los elogios, nunca se le subió el título a la cabeza. "Podía tener algún pajarito pero no era ninguna tonta. Yo sabía perfectamente que no era tan guapa como se decía, pues tenía unos cuantos defectos. Mis piernas eran demasiado delgadas... para desviar la atención lo que hacía era sonreír todo el día". A su sonrisa añadió mucho trabajo y ganas de aprender. "Era una mujer todoterreno. No sabía desfilar pero aprendí. Quería luchar para darle a mi familia un futuro mejor. Juan, mi padre, no estaba muy de acuerdo con eso de que su hija fuera modelo pero entre mi madre (Sebastiana) y yo lo convencimos. Luego supongo que estaría orgulloso, claro".

Coincidía la elección de Maruja García Nicolau con la llegada del turismo masivo a la isla, un hecho que provocó que las autoridades buscaran alicientes que añadir a los atractivos naturales de Mallorca. Se desencadenaba entonces una auténtica fiebre por los concursos de belleza. De hecho, el mismísimo Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo en aquellos años, animó a ello presidiendo una cena diplomática con las guapas aspirantes a Miss Naciones Unidas. Hoy, sin embargo, los certámenes de belleza están devaluados. "Los concursos se han vuelto muy casposos. Antes las chicas se presentaban porque podían hacer una buena carrera profesional. Ahora buscan fama rápida y caen en un juego peligroso", reflexiona esta Miss Europa 1962 que considera que el concepto de belleza ha cambiado muchísimo. "Yo era una muchacha con curvas que usaba la talla 40. No sé muy bien quién puso de moda que se llevaran las mujeres delgadísimas, casi desgastadas. Menos mal que empieza a cambiar algo la tendencia".

Un cuento de hadas

Pudo Maruja García Nicolau tener una gran trayectoria sobre las pasarelas. Fueron muchas las ofertas que recibió de importantes casas de moda, y también de la industria cinematográfica -no en vano era prima de Paco Rabal- pero solo aceptó la del modisto madrileño Pedro Rodríguez, para quien trabajó durante un tiempo; la de una firma parisina y la del exportero del Mallorca, Martin Mora Moragues, aunque éste último lo que le propuso fue matrimonio. "Siempre he dicho que a mí, Miss Europa, lo que me dio fue un marido, el conocer al hombre de mi vida. No hubiera sido posible de otro modo porque éramos dos personas de mundo distintos". Y recuerda aquella sesión de fotos a la que acudió el deportista. "Lo di todo. Posé con bikini, bañador... si quería conquistarlo tenía que utilizar mis armas". 48 años de casados que celebraron este pasado mes de mayo confirman que lo logró. "Él era muy aburrido. ¡Menos mal que he conseguido que sea ahora un poco más chistoso!".

Pero no fue su esposo quién le pidió que se retirara de las pasarelas. "Fue una decisión personal. Le echaba mucho de menos cuando estaba trabajando y pensé que lo que quería era formar una familia. No me arrepiento de nada. Volvería a hacerlo todo otra vez igual", piensa esta mujer femenina, que no feminista. "Yo defiendo a las mujeres, pero no hay que ser extremistas, la verdad. He trabajado en lo que he querido y cuánto he querido. De hecho, estuve al frente de una boutique de moda durante 20 años. Me encanta la vida que he llevado y la que llevo en la actualidad, cocinando cada sábado para los míos".

5o años después, la belleza de Maruja García sigue intacta, más madura. Ella dice que es cuestión de genética. Y aunque ahora, reconoce, "los tacones me marean y ya no me pongo bikini", se considera una mujer muy moderna que apoyará a los suyos en todo lo que se propongan. "Tengo tres nietas y una de ellas apunta maneras. Se parece a mí. Si quiere ser modelo que lo sea, pero que se forme. Ahí estará la abuela para darle los consejos que necesite".