Para el poeta y pensador andaluz Félix Grande, el duende es como un disfraz, "el disfraz de las musas del hambre y la pobreza", escribe. Y toda música popular de aires flamencos debe tener ese disfraz, de lo contrario se nos aparece distante y distinta.

Pues eso, faltó el duende en buena parte del concierto de la Simfònica del pasado jueves. Ni el Concierto de Aranjuez ni la Sinfonía Escocesa de Mendelsohnn fueron capaces de emocionar. Al concierto le faltó el duende y a la sinfonía matiz, contrastes. Solamente en algunos momentos pudimos saborear Música en mayúsculas. En el preludio de La Revoltosa de Chapí, con un Salvador Brotons libre de movimientos y ataduras, transmitiendo el gusto por esa magnífica partitura, seducido por los encantos de Mari Pepa; y también en los bises del guitarrista. Ahí sí que salió todo el quejío controlado durante la obra de Rodrigo para transformarse en gusto por el arte.

No sólo de técnica vive el melómano, también de encanto. Con eso se le convence. Y encantadoras y llenas de convencimiento fueron las dos interpretaciones del guitarrista en solitario, fuera de programa. Primero sonó la adaptación de la Danza del molinero de Falla y luego, con un público entregado, las variaciones sobre un tema de Django Reinhardt, tituladas In memoriam, del propio Gallardo del Rey. Dos pequeñas joyas que sumadas al preludio hicieron que la velada no fuera solamente una más.

Orquestra Simfònica de Balears

Auditòrium de Palma

Salvador Brotons, director

José M. Gallardo del Rey, guitarra

Obras de Chapí, Rodrigo y Mendelssohn

03/05/12.