Fue musa del cine español en las postrimerías del franquismo, enamoró al escritor Juan Benet y entregó los mejores años de su vida a Fernando Fernán Gómez. Emma Cohen (Barcelona, 1946), actriz y escritora, acaba de publicar Un vago resplandor (Rey Lear), una novela protagonizada por Julia Proteus.

–¿Julia Proteus es usted?

–Es una mezcla. Tiene rasgos de una mujer que descubrí una vez callejeando por Madrid. Llevaba carritos y se le cayó una carpeta al cruzarse conmigo, la fui a ayudar y, de pronto, me dije ´esta es Julia Proteus´. Y de ahí salió el libro. También tiene mucho de mí. Desde la infancia he sentido magnetismo por los vagabundos, los clochards, siempre he visto en ellos cierta libertad. A Julia Proteus le fascinan los carritos, buscar objetos, seleccionarlos y exponerlos.

–¿Usted también busca en la basura?

–Por supuesto. A veces me llevo a casa objetos que luego reciclo o regalo, porque tengo tantos libros que ya no me cabe nada.

–Pocos deben saber que se llama Emmanuela Beltrán Rahola. ¿Por qué se cambió el nombre y se puso un apellido judío?

–No fue voluntario. A mi padre no le pareció bien que dejase la carrera de Derecho y saltara al mundo de la forma en que lo hice y, cuando empecé a ser actriz profesional, me dijo que me cambiase el apellido porque no le venía bien que llevase el nombre de la familia. ¿Por qué Cohen? Después de haber cambiado tres veces de nombre, Ricardo Muñoz Suay me sugirió que escogiese un apellido de un antepasado que me gustase, y elegí Cohen, el de un ancestro mío expulsado de España.

–Siempre ha estado unida a gente muy atractiva, ¿Juan Benet fue su pareja antes que Fernando Fernán Gómez?

–Mientras. Desde que nos conocimos, en 1970, Fernando y yo fuimos amigos, compañeros, camaradas y de todo, pero en 1980 nos tomamos un año sabático y cada uno hizo lo que quiso. Fue durante ese año cuando tuve relación estrecha con Benet.

–¿Quince años cuidando a Fernando?

–Sí, intenté que tuviera la mejor vida posible. Al mismo tiempo, yo tenía la mejor vida posible y me sentía bien porque era lo que quería hacer.

–¿Cómo se siente ahora?

–Rara, como a cero. Siempre voy de cero en cero. Ahora puedo ofrecer lo mejor que he escrito, que es Ese vago resplandor, así que estoy en un buen momento, la verdad.

–¿Fernando era buen enfermo?

–Llevaba la enfermedad muy bien. Era muy inteligente y tenía un comportamiento increíble tanto con los médicos como ante su deterioro físico. Era de una templanza total, lo que pasa es que aquel grito de "¡A la mierda!", en la presentación de sus memorias, que se expandió como el fuego, le dio fama de iracundo. Tuvo dos o tres secuencias violentas con periodistas ante las cámaras pero esa fue la más fuerte y lo convirtió en el capitán A la mierda.

–¿Se siente sola?

–Sola estoy pero no me siento. Estoy con las hormigas salvajes, con los pájaros, los libros...

–¿La van a visitar?

–Si me pongo muy pesada, sí, pero como no me gusta hacer eso, cuando quiero ver a gente, cojo el bus y el metro y me voy a Madrid.

–"Emma Cohen, la mujer que se afeó por amor". Es un texto que aparece en internet.

–Lo leí. Me hizo gracia porque en realidad la persona que lo escribió, una mujer argentina, defendía una teoría que, bajo la apariencia de banalidad, tenía razón. Yo me planteé que no podía sucumbir si me ofrecían una película apetecible y, para no dudar, me puse a ensanchar. Y engordé, y me pasé quince años gordi, lo suficientemente gordi como para no hacer películas.

–¿Nunca quiso ser madre?

–Nunca, qué curioso. Me falta el instinto materno.

–Llevaba cosas a los indignados del 15-M.

–Al principio, fui a la Puerta del Sol y les llevé unos libros y unos alimentos. Entré en esa sensación del 68 y me vi a mí misma. Recuerdo que cuando estaba en el Odeón, en París, vino una viejecita a traernos un pastel. Al ir a Sol, me vi como ella. ¡Cómo cambian las tornas!