La publicación del genoma completo de los neandertales realizada el año pasado por Richard Green, del departamento de Evolutionary Genetics del Max Planck de Leipzig (Alemania), y sus colaboradores –que eran muchísimos–, levantó una polvareda de gran alcance. Por más que algunos de los comentaristas, que abundaron, no parecieran haber entendido gran cosa de lo que Green et al sostenían, su artículo dejaba claros dos aspectos de la evolución humana. El primero, que el cruce entre neandertales y humanos modernos –es decir, iguales a nosotros– no sólo era posible sino que se había producido de hecho. El segundo, que el intercambio genético había sido muy pequeño, entre el 2 y el 4%, manteniendo separadas las dos especies de Homo neanderthalensis y Homo sapiens. Una y otra afirmación parecen contradictorias entre sí. Los partidarios de la separación al nivel de especie entre los neandertales y nosotros habían sostenido siempre que una hibridación era imposible. Pero si se produjo, ¿por qué quedó limitada a un aporte genético mínimo y esporádico?

En un trabajo publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, Mathias Currat, del departamento de Genetics and Evolution de la universidad de Ginebra (Suiza) y Laurent Excoffier, del Institute of Ecology and Evolution de la universidad de Berna, en el mismo país, han proporcionado un modelo matemático de lo que pudo ser el contacto entre ambos grupos, cuyo rango temporal y espacial corresponde un intercambio genético llevado a cabo entre 50.000 y 60.000 años atrás en Oriente Próximo. El modelo de Currat y Excoffier pone de manifiesto que, para mantener un nivel tan pequeño de aportación genética (desde machos de neandertales hembras de humanos modernos, por cierto), tuvieron que haberse dado episodios muy limitados de mestizaje, inferiores al 2%. Si tenemos en cuenta la tendencia a la promiscuidad presente en la práctica totalidad de los primates, el hecho de que se produjesen tan pocos mestizajes, y en una única zona geográfica, quiere decir o bien que existieron mecanismos muy fuertes destinados a impedir el cruce entre las poblaciones, o que los híbridos no eran viables más que en ocasiones excepcionales, sin descartar que ambas hipótesis pudiesen darse al mismo tiempo.

Por lo que sabemos nosotros, existen mecanismos culturales que mantienen una casi absoluta separación entre poblaciones de distinto credo religioso en el Oriente Próximo en la actualidad, siendo así que ninguna razón biológica convertiría en inviables los cruces entre judíos y palestinos. Es del todo especulativa cualquier reflexión que pueda darse respecto de la eventual existencia de algo parecido en el corredor levantino de hace medio centenar de miles de años. El modelo de Currat y Excoffier tan solo obliga a tener en cuenta que las posibilidades a las que llevaría la condición genética de los neandertales indicada por Green y colaboradores son muchísimo más grandes que las que llegaron a aprovecharse.