Hace siete días, don Juan Carlos y la princesa de Asturias compartían vuelo. Ambos viajaban a Mallorca junto a las pequeñas infantas Leonor y Sofía dispuestos a disfrutar de unas breves pero intensas vacaciones no exentas de actos oficiales. A la misma hora, ya en Palma, la reina con sus hijos y seis de sus ocho nietos llegaban al Club Náutico para dar el ´sus´ de salida a la primera jornada de competición de la Copa del Rey de Vela Audi Mapfre. Fue el comienzo de una larga semana que concluyó con una imagen perseguida por los medios desde hacía años. Todos juntos -salvo el monarca- posando en feliz armonía. No fue en las escalinatas de Marivent pero sí en otro escenario habitual: el restaurante Flanigan de Puerto Portals.

La pregunta de principios de verano cada año es la misma. Cuántas veces veríamos a los miembros de la monarquía paseando por Palma, navegando en la Somni o cenando en algún famoso establecimiento de la isla. Acostumbrados estábamos a una presencia mínima, apenas un par de grandes momentos para el recuerdo y cena de despedida. Pero este agosto se ha despertado caprichoso y ha brindado felices reencuentros y sobre todo una imagen, la de la familia unida y bien avenida.

El mar ha sido testigo de largas jornadas náuticas, y de un regreso: el de la infanta Cristina a la competición a bordo del Aifos. Su participación en esta 30 edición de la regata ha sido seguida muy de cerca por sus hijos -Juan, Pablo, Miguel e Irene-, por su marido, Iñaki Urdangarín, por su hermana, la infanta Elena y sus sobrinos, Victoria y Froilán, embarcados en la Somni. Más lejos, tal como confesaba el pasado sábado Josep Cusí, del Bribón, el rey era testigo a través de sus prismáticos de cómo su barco ganaba un sexto título histórico. "Se hubiese puesto a llorar si hubiera estado a bordo", reconoció el armador catalán. En el rebautizado como Hispano, antiguo CAM, se ha visto a don Felipe, que el martes ejerció de auténtico príncipe al subir a todas sus princesas a cubierta. Otra de las imágenes del verano, incluido beso.

Don Juan Carlos tuvo despacho con José Luis Rodríguez Zapatero y la princesa, junto a la duquesa de Palma y María Zurita, visita a Steve McCurry. Las fotografías de las cuñadas hablando en su paseo por el Born -donde fueron piropeadas- resumen la buena armonía que ha existido durante los siete días de unión en Marivent.

El Fortuna también navegó -que se conozcan salidas oficiales tres, pero se presumen más- y hubo baile a ritmo del rock de Jaume Anglada de los príncipes con sus hijas pequeñas. Por la noche, salvo excepciones y mariscada en Casa Fernando, veladas con las autoridades baleares. Eso sí, el sábado se vio a don Felipe con sus amigos en Mar Salada, recordando viejos tiempos.

Pero sin duda, el momento más familiar tuvo nombre y apellidos: Flanigan, Puerto Portals. Hasta el restaurante se acercaron el sábado todos los miembros de la familia real para despedir, no el verano, sino a ellos mismos. Se cree que hoy lunes los príncipes inician sus vacaciones privadas. Los duques de Palma tienen previsto regresar en breve a Washington. Por eso, el rey, antes de acudir a Ses Voltes a la entrega de premios de la copa que lleva su nombre, se acercó hasta el Flanigan para decir adiós a los suyos. Cada uno de los pequeños besó al abuelo, que no se bajó del coche, dolorido, aún, de la tendinitis que sufre en el tobillo izquierdo. Su bota ortopédica inmovilizadora ha tenido también protagonismo. Quizás todavía queden sorpresas.