Emoción y rabia, dos de los sentimientos que se apoderaron ayer de los muchos espectadores que acudieron al Club DIARIO de MALLORCA para asistir al pre-estreno de D´una illa hom no en pot fugir, documental dirigido por Cesc Mulet y producido por La Perifèrica que se basa en el conjunto de testimonios de los represaliados por la dictadura franquista y que publicó en el libro homónimo Jean Schalekamp hace ahora treinta años.

El acto reunió al autor del libro, de 84 años; al traductor al catalán del mismo, Gabriel Janer Manila; al director de la cinta, una "radiografía del horror" que también se emitirá en IB3 TV próximamente; y a la presidenta de la Associació Memòria Històrica de Mallorca, Maria Antònia Oliver, quien recordó que aquella, a diferencia de la de otros lugares de la Península, fue "una represión planificada, sistemática y controlada con listas previas por las autoridades" que se cobró la vida de 3.000 personas solo en la isla.

"Nunca he ententido cómo el ser humano puede cometer semejantes actos, cómo un vecino puede torturarte hasta el extremo de sacarte los ojos", señaló Janer Manila, quien sigue preguntándose quién hizo aquellas listas. "En el fondo todo el mundo lo sabe, pero nadie lo dice", aseguró un escritor que vivió la postguerra inmediata, dominada por una "atmósfera de miedo y angustia, de historias contadas en voz baja, hasta hace muy pocos años".

En este sentido, Oliver lamentó que las actuales instituciones no tengan una voluntad "clara y de justicia" hacia todas aquellas personas que padecieron "graves violaciones de los derechos humanos" y pidió "un mínimo de dignidad" a todos los que se posicionan en contra de las exhumaciones.

"No soy historiadora, pero para mí lo primero son las fuentes orales, antes que los documentos, que poco a poco vamos encontrando. Es imposible que tantas personas mientan, basta ver sus ojos, con tanto dolor. Queremos saber los nombres de los asesinos", agregó.

El documental "no busca despertar ni remover conciencias", en palabras de su director, pero sí quiere dejar a los espectadores sin palabras. Ayer lo logró, durante la proyección, con una sala enmudecida, con el corazón encogido. Posteriormente hubo preguntas y confesiones, como la de un espectador al que no le gustó "el tono" de la cinta. "Todas las opiniones son subjetivas. Seguro que usted lo habría hecho de otro modo", le contestó el realizador.

Jean Schalekamp, que acudió al pre-estreno acompañado de su mujer Muriel y de su hijo Fabián, precisó que antes de su llegada a la isla, en 1960, procedente de Rotterdam, su ciudad natal, sabía del horror que producen las guerras. "Viví la Segunda Guerra Mundial, la invasión de los nazis, que exterminaron al 80 por ciento de los judíos que habitaban en Holanda. Pero viví aquello como una aventura, como algo emocionante, era un niño. También supe de la Guerra Civil, por mi padre, que nos leía el periódico en voz alta. Enseguida me puse de parte de los republicanos", confesó.

Cuando pisó Mallorca, Schalekamp ya había leido dos libros que le marcaron: La isla del segundo rostro, de Albert Vigoleis Thelen, y Los grandes cementerios bajo la luna, de Bernanos. Con el tiempo, sus amistades, como Jaume Adrover, le pondrían en contacto con familiares y víctimas del franquismo, que le relataron testimonios como este: "No quedó nada, tan solo sangre".

"Escribí el libro como una justificación, porque en cierto modo me sentía culpable de vivir bajo una dictadura fascista", confesó.