­­El actor, autor –con proyectos pendientes de estreno–, director y gestor teatral Serafí Guiscafré (Artà, 1923), al frente del Teatre Principal entre 1977 y 1993, etapa en la que fundó el Cor del teatro e inauguró su temporada de ópera, presenta hoy sus memorias, Un comparsa dins l´espectacle (Documenta Balear), en el Caixaforum (Plaça Weyler), a las 20 horas. En el acto participarán el exconseller de Cultura Josep Francesc Conrado de Villalonga; Nicolau Casellas, exdirectivo de Correos y Telégrafos de Balears; y Pere Caminals, actor y autor.

–¿Qué sentimientos le han dominado escribiendo sus memorias?

–El de la nostalgia,al remover visiones de la niñez o mi viaje a Madrid para dedicarme al teatro profesional. Fueron tiempos nada fáciles.

–Dice haber tenido tres vidas. ¿Cuál de ellas le ha brindado más satisfacciones?

–La del teatro. Siendo gerente de una sala de fiestas (Jartan´s Club) te lo pasas bien, y poniendo inyecciones (como auxiliar de Sanidad del Ejército del Aire) recibes las gracias de los pacientes, pero el teatro te brinda el aplauso del público, el mayor premio para un actor.

–Tenía solo cinco años cuando se subió a un escenario.

–Era un niño. Me estrené con Una limosna por Dios, de José Jackson, bajo la dirección de Antonio Vaquer, el abuelo de Pep Tosar, un gran actor.

–¿Qué hace grande a un actor?

–El elegir bien sus papeles y ser único como protagonista de los mismos, algo que consiguieron Enrique Borrás, Fernando Fernán Gómez o Marsillach con su Tartufo.

–¿Y Xesc Forteza?

–Era un gran actor, aunque en el segundo acto se olvidara del personaje para hacer de Xesc Forteza.

–¿Interpretar durante la Guerra Civil el ´Guerra a la guerra´ de Campoamor fue un ejercicio de rebeldía?

–En todo caso un ejercicio de inconsciencia y de sadismo. Solo teníamos 13 años. Íbamos por las casas y cocinas de Artà, donde las mujeres se entregaban al palmito, y al escuchar lo que decíamos, se emocionaban y se ponían a llorar. Nosotros pensábamos que lloraban porque lo hacíamos bien, pero en realidad era porque les recordábamos a los hijos que combatían en el frente, en la Península. Si os encuentran os meterán en la cárcel u os matarán, nos advertían.

–Ya en el franquismo, ¿resultaba fácil engañar a los censores?

–Los censores eran buenos funcionarios, pero de teatro no tenían mucha idea, no eran demasiado cultos. En 1970 presenté como propia una traducción al catalán de una obra de Rafael Albertí bajo el título Els odres. Alberti, que estaba en el exilio, en Roma, me dio permiso: haz lo que quieras, me soltó.

–Usted, como muchos jóvenes de hoy, también tuvo que salir de Mallorca para convertirse en actor profesional.

–Es cierto que sigue ocurriendo, aunque hoy tienen la Esadib, que hace un buen trabajo. En mi época no había nada. A mí me fue bien instalarme en Madrid. Viví el Madrid de las tertulias, en el Candelas, donde entablé amistad con Luca de Tena o Jardiel Poncela. En el Teatro Español lo aprendí todo.

–¿Cuál ha sido la obra de su vida?

–Terra baixa, de Àngel Guimerà. La representé durante diez años por toda Mallorca. En el Principal llegué a hacerla tres veces en un mismo día, de 15 a 18, de 18 a 21 y de 21,30 a 00,00 horas. Es una obra de un gran impacto, bonita de ver y de decir.

–¿Ser gerente es más difícil que ser actor?

–Mucho más. Tienes que enfrentarte con intereses creados, con caracteres difíciles y debes tener una visión clara de la programación. No es fácil.

–¿Entendió el último y prolongado cierre del Principal?

–Un poco. Me supo mal, pero no puedo decir más. Tengo 88 años y prefiero vivir tranquilo. Si hablara alguien se sentiría molesto.

–¿Sigue en activo como espectador?

–Veo muy poco teatro. A Artà llegan muy pocas obras y a mi edad ya casi no bajo a Palma. A veces voy al Auditòrium.

–¿El mejor escenario?

–El Auditòrium es una maravilla para escuchar música, pero para ver teatro me quedo con el Principal. Un teatro debe funcionar como una parroquia, trabajar para conseguir un público fiel. Yo llegué a hacer 32 representaciones de Don Juan Tenorio y 15 de Luisa Fernanda, con el teatro totalmente lleno.

–¿Cuándo volveremos a ver algo suyo?

–Quiero dirigir en septiembre, en Artà, Sa Fira, obra que escribí sobre el injusto fusilamiento de Miguel Aleo, acusado de tener una columna de hombres esperando al capitán Bayo. También tengo pendientes de estreno dos obras y un proyecto con Alexandre Ballester.