Gabriel Quetglas está satisfecho con la sentencia, no quiere dinero, no quiere nada más. "Sólo buscábamos que se clarificara el tema", asegura. "Los propietarios de la celda 2 tenían el control sobre la entrada y sobre todos los periodistas que vienen a la Cartoixa", añade. "Esta sentencia no descubre América, sino que viene a demostrar que había intereses para que no se supiera que Chopin había estado sólo en la celda 4", señala. Quetglas indica que los "prohombres de aquella época, en los años treinta, dieron su apoyo a la celda número 2". Y da nombres: Joan Maria Thomàs, Miquel Ferrà, además de gobernadores civiles, tanto de la República como del franquismo. "Todos ellos intervinieron a favor de los Ferrá para oficializar sin pruebas el piano Oliver Suau", continúa. "Todo era gente de la cultura, en cambio, mi abuelo era un industrial que había heredado el Pleyel de la familia Canut", continúa. "Hay gente que ha llorado frente al piano falso, y eso no se hace", observa. Durante la dictadura, recuerda Quetglas, se les prohibió poner rótulos en la celda 4 indicando que aquella estancia había sido en la que había residido el músico, "porque los documentos así lo demuestran".