A José Manuel Broto (Zaragoza, 1949) le gusta que le pregunten si la suya es una pintura gozosa. "Gozosa", repite, "sí, es un adjetivo que la define muy bien. Ahora creo que lo es más que en otras ocasiones, con colores muy brillantes y elegante", define. El pintor, representante de la generación de los setenta –considerado el último grupo de grandes pintores españoles–, pasa cada vez más tiempo en Mallorca, en su casa de Sant Llorenç des Cardassar, lo que le resta tiempo a París. "Es por la luz", argumenta, "París es una ciudad estable, razonable, pero donde llueve mucho. La luminosidad de la isla me da cierto optimismo", asegura. Con motivo del recital que el pianista Alberto Rosado dará hoy a las 20 horas en Es Baluard, repasa los trabajos que ha realizado junto a él y al compositor José Manuel López López, a quienes acompañará esta noche. "Realicé una serie de vídeos para la obra pianística de López, y se editó un dvd. Le conocí en París y enseguida congeniamos", evoca. Para el Premio Nacional de Artes Plásticas, que cuenta con una obra en la exposición del museo de Palma titulada La remor del món –telón de fondo del concierto–, "la música es irrepresentable", pero el resultado que ofrecían las imágenes que trabajó junto a las piezas pianísticas de López conformaron "un bloque completo", "a pesar de que ni las imágenes ilustraban la música ni la música las imágenes", apunta.

El ya conocido acercamiento a las nuevas tecnologías por parte de Broto, que prepara muestra para la Carles Taché de Barcelona y otra en Montevideo, debe tomarse como un ejercicio de progreso dentro de su obra. "Las utilizo en la medida que me son útiles, para trabajos preparatorios. Con el ordenador el color es exhaustivo y el resultado rápido. La tecnología es muy dúctil y eficaz. Se la recomiendo a todo el mundo", afirma. El pintor ha ido experimentando con los programas profesionales creados ex profeso para arquitectos y diseñadores, probaturas en las que el azar ha sido definitivo, "porque intentando hacer una cosa de un modo determinado, al final me ha salido otra cosa que me ha gustado más". Para Broto, el ordenador "es un taller virtual, pero muy completo y muy eficiente. Me ha servido para ir más lejos con otra técnica, la de la pintura", razona.

Según la crítica, su obra se hace cada vez más esencial. Y él lo asume como un rasgo propio de personalidad. "Me gustan la simpleza y la sencillez. Mi opción estética y también vital es que hay un mundo visual en el que reina el orden, la armonía y la belleza. Aspectos un poco clásicos, pero es mi opción", defiende, frente a una realidad que a veces es "tosca, zafia y dramática". "No quiero redundar en estos aspectos negativos", asegura un Broto que actúa a la inversa que su paisano Goya, quien afeó voluntariamente la realidad, "algo que supuso una absoluta novedad en la Academia de entonces, que exigía belleza", explica. "Ahora entras en una galería y está llena de fotos de guerras y de cachivaches tirados por el suelo. Ésa no es mi opción", justifica. La suya es el orden. Pero, ¿puede ser el orden progresista? "Sí, sin duda. Puede ser rompedor. La mía es una actitud política también, de contemplación, en un mundo en que todo va cada vez más deprisa", señala el pintor de evolución casi silenciosa. "Es que los cambios bruscos me parecen más un golpe de efecto, muy típicos en algunos artistas contemporáneos", apunta, sin vituperar al epatante Damien Hirst, "un buen artista" al fin y al cabo.