Oscar Tusquets Blanca (Barcelona, 1941) es el prototipo del artista integral, poco frecuente en un mundo dominado por la especialización. Distinguido con los más importantes premios de arquitectura y diseño (varios FAD, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Premio Nacional de Diseño o la Palme de Chevalier), y aplaudido también como ensayista, faceta que descubrió en 1994 con Más que discutible, se descubre ahora como pintor, con su primera exposición en Palma. El desnudo femenino, los laberintos, el mar y una de sus grandes pasiones, los jardines, pueden contemplarse en Art Convent de la Missió (Carrer de la Missió,7), en la muestra Mare Meum, abierta hasta el 8 de enero.

–Arquitecto de formación, diseñador por adaptación, escritor por deseo de ganar amigos y... ¿pintor por vocación?

–Yo quise pintar desde siempre. Hice arquitectura porque a mis papás les parecía que la pintura era una aventura de un riesgo demasiado grande. Nunca he dejado de pintar.

–Sin embargo ha tardado cincuenta años en realizar su primera exposición.

–Es que pintaba dos o tres cuadros al año, por eso no tenía sentido exponer en una galería, cuando no podía vender nada. Cuando empecé a tener mucho menos trabajo como arquitecto, en vez de deprimirme o estar esperarando a un cliente que no llegaba, decidí pintar más y más.

–¿Qué busca en la pintura?

–Con la pintura, la aventura la tienes tú y la tela. La arquitectura, en este aspecto, es lo más frusfrante, porque eres tú, el cliente, la administración, el constructor... El diseño me da más libertad, pero también está ligadísimo a temas económicos, de mercado, de marketing. La escritura y la pintura es lo que más libertad me da.

–La arquitectura es el último eslabón que se estabiliza en una crisis económica.

–El trabajo como arquitecto y diseñador ha bajado muchísimo. Como arquitecto tengo trabajos un poco extemporáneos, pero que me divierten mucho. Ahora estoy con una estación de metro en Nápoles, acabo de presentar la exposición Per laberints en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y he montado una muestra de Dalí en el Palazzo Reale di Milano. Al no hacer viviendas, me queda mucho tiempo libre.

–Ha citado a Dalí, su principal influencia.

–No pictóricamente, pero sí como persona, como conjunto. Fui muy amigo de Dalí, compartí muchas cosas con él durante diez años. La mejor obra de Dalí era él. Me gusta mucho su pintura y cómo escribe, pero el fantástico era él.

–¿Le vio pintar?

–Sí. Hablábamos de pintura, pero me decía: "habla de eso con la Gala que sabe más que yo". Nos gustaba hablar de rock, de películas, de mujeres... La de Milán ha sido una experiencia muy agradable, porque no había mucha obra, el Palazzo Reale es muy grande, y el montaje ha tenido un protagonismo importante.

–¿Qué le enseñó el genio?

–La más importante: sacar lo bueno de todas las situaciones. Nunca hablaba mal de alguien. Tenía una actitud tan positiva ante las cosas. Lo más importante para Dalí era no aburrir, divertir a la gente.

–El mar, ¿su gran amor?

–No me gusta nada la montaña ni el campo. Me gusta la ciudad y el mar, navegar a vela, nadar, bucear. Yo me deprimo en la naturaleza, mucho. A un arquitecto no le puede gustar la naturaleza. Si le gusta tanto, entonces por qué la toca. Nuestra profesión es alterar la naturaleza, que no es perfecta. La naturaleza es agresiva e inconfortable. Soy un poco como Pla.

–¿Dónde le gustaría perderse?

–Entre Sóller y el Port.

–¿Sintió pánico al ver el Palau de Congressos?

–Todos me preguntan sobre el polémico Palau de Congressos, pero no lo conozco y por lo tanto no puedo opinar. ¿Quién es el arquitecto?

–¿Qué necesita una ciudad para tenerle como residente?

–Muchas veces he pensado dónde iría si dejara de vivir en Barcelona. La ciudad más excitante seguramente sea Nueva York. Me encanta Londres, pero tiene un clima difícil de soportar. También París. Seguramente iría a otra ciudad grande. Soy urbano. Me gusta estar en el follón, donde pasan cosas.

–¿Le interesa la innovación en la arquitectura?

–Recuerdo que a Dalí le preguntaban: ¿qué hay de nuevo en pintura en el mundo? Y él contestó: Velázquez. La arquitectura reciente no me interesa nada. Es una arquitectura del espectáculo, estrafalaria, que no tiene ningún respeto por el espacio urbano. No es lo que yo aprendí cuando estudiaba arquitectura. No sé hacer eso.

–Crisis, ¿también en la cultura?

–Es muy difícil saber cuál es la cultura relevante. En el momento en que se hacía el mejor cine cómico mudo en Hollywood nadie consideraba que aquello era cultura. Lo que quería Chaplin era hacerse millonario. No pensaba en la cultura, como tampoco lo hacían los grandes músicos de jazz de aquella época. Por lo tanto, ¿dónde está hoy la cultura? Para mí, en series de televisión como Los Soprano o Mad Men.