Todos los datos educativos reflejan una superioridad de la población femenina sobre la masculina. Tasa superior de mujeres que se gradúan y más mujeres matriculadas en estudios universitarios. Pero esta situación no se ve reflejada en la actividad laboral. La tasa de paro femenino es tres puntos superior a la de los hombres. El salario medio sigue siendo sensiblemente menor. La tasa de pobreza es superior en las mujeres. Además, tampoco hay paridad en los órganos de representación y de poder político y económico. Ni en el Congreso ni en el Senado hay participación equilibrada. La presencia de las mujeres en los altos cargos de la Administración General del Estado se sitúa en el 33 por ciento y una cifra similar es la que representa a las mujeres en los órganos de decisión de la vida económica, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos al pasado año.

Y se puede seguir ampliando la lista de discriminación de género en numerosas instituciones más de la sociedad: la Monarquía, el Ejército, la Justicia y ahora también el Gobierno tras la última remodelación. Además hemos vistos estos días como el apellido del padre prevalece sobre el de la madre, a pesar de que desde hace diez años se puede cambiar el orden de los apellidos de los progenitores.

Invertir esta situación, tras siete mil años de patriarcado y con su tradición mayoritariamente católica, no es fácil, pues son factores que todavía hoy pesan sobremanera a la hora de lograr la igualdad de hombres y mujeres.

La cultura patriarcal de la sociedad española, "muy machista" es uno de los factores que frena los avances, señala el sociólogo Alberto Moncada, presidente de Sociólogos sin Fronteras, ya que no está por las políticas que beneficien la igualdad y la mejora de la situación de la mujer. Esta cultura, que está presente en las altas esferas del poder político y económico "tiene suficiente fuerza para que no mejore la situación de las mujeres en los altos cargos". El "patriarcado" no está por apoyar los avances y solo la lucha y el esfuerzo de las mujeres les ha llevado a conseguir las conquistas que antes no tenían.

Además, está la Iglesia católica. La pasada semana el papa Benedicto XVI, en una de sus homilías durante su visita a Barcelona, vino a poner una losa más en la desigualdad al señalar que la mujer debe encontrar en el hogar y en el trabajo su plena realización. En la Iglesia, más que desigualdad, la mujer está relegada.

Moncada cita la cultura católica como factor que frena la igualdad de los españoles y, siguiendo con el viaje del Papa a Santiago y Barcelona destaca que el único papel desempeñado por mujeres en la visita se limitó a las monjas que limpiaron el óleo que el Pontífice había derramado en el altar para la consagración de la basílica de la Sagrada Familia.

Puesto número once

A pesar de todo, España ha registrado importantes avances en los últimos años. Ha subido seis puestos y se sitúa en la posición número 11 de los países con mejores cotas de igualdad de género, según el último informe sobre diferencias de género del Foro Económico y Social (FEM) que analiza 134 países desde el punto de vista de cuál es el protagonismo de las mujeres respecto a los hombres en economía, educación, política y salud. Pero este mismo informe refleja que la desigualdad de género es un hecho, ya que sitúa a España en la cola -puesto 117- en el capítulo de igualdad en el sueldo en trabajos similares. La representatividad de la mujer en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con nueve ministras frente a ocho ministros, era uno de los factores que ha llevado a España a ascender en la lista. Sin embargo, con la reciente remodelación, se ha desecho la paridad y han desaparecido dos ministerios, Igualdad y Vivienda, a cuyo frente había dos ministras.

Otro ejemplo. El Centro de Investigaciones Sociológicas realizaba en septiembre una encuesta que señalaba que para un 67,7% de los encuestados el ideal de familia se corresponde con dos miembros con trabajo remunerado en la que ambos se reparten las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, si los hay. Pero si pasamos del ideal a la realidad y uno de los dos tiene que optar por trabajar menos de forma remunerada para dedicarse a las tareas del hogar y cuidado de los hijos, debe ser la mujer la que de este paso.

Así, lo considera el 45,7% de los españoles, frente al 1,8% que piensa que debería hacerlo el hombre y un 20,9% que les parece que podrían hacerlo de manera indistinta.

Y además está la crisis, ya que los recortes presupuestarios afectan principalmente a las mujeres. La congelación de pensiones, teniendo en cuenta que son mayoritariamente mujeres quienes cobran las pensiones más bajas, o la bajada de más de un 5% para la Ley de Dependencia, que afecta especialmente al empleo femenino, son datos que reflejan el retroceso de la igualdad. Como señala el sociólogo Alberto Moncada, "en épocas de crisis siempre sufren más los más débiles" y en esta parte se encuentran las mujeres, ya que si un 30 por ciento de la población femenina había escalado a una situación parecida o equiparable a la de los hombres, en el resto, señala, se mantiene cierta desigualdad laboral y salarial.

Trabajos peor pagados

El sociólogo también señala que la crisis agrava la situación de muchas mujeres que se ven abocadas a aceptar trabajos, principalmente del servicio doméstico y atención a dependientes, en unas condiciones salariales y laborales que "aguantan" por ser mujeres y no tener otras salidas. En este apartado también criticó la reducción del presupuesto para la Ley de Dependencia y a los gobiernos de las comunidades autónomas que, como el valenciano, retrasan tanto la concesión de las ayudas para atender a un sistema público, con lo que, una vez más, se perjudica a la población femenina.

Finalmente, la crisis también afecta a las decisiones políticas. Así, Moncada destaca en estos momentos "el desinterés del Gobierno" al suprimir el Ministerio de Igualdad. Considera que Zapatero ha frenado por la crisis las políticas positivas sobre la igualdad que venía realizando en los últimos años y añade que "la urgencia de las medidas a tomar interpretadas por varones son distintas a la urgencia interpretada por mujeres".

En definitiva, las políticas de igualdad son las banderas que se enarbolan porque es lo políticamente correcto, pero por mucho que en la Constitución todos somos iguales, que desde hace más de tres años tengamos una Ley de Igualdad, que los políticos se cansen de decir "ciudadanos y ciudadanas", "todos y todas" los "miembros y las miembras", los datos y la realidad reflejan lo contrario, que quedan muchos peldaños para llegar a la igualdad. Es decir, que la igualdad está solo en el papel y en las palabras.