"Valoro mucho Mallorca, pero aquí uno se quema muy rápido. Lo que me interesa a mí es abrirme fuera, aunque bien pensado, no tengo ninguna esperanza en nada", declaró ayer Albert Pinya (Palma, 1985) en la Galería Ferran Cano (carrer Forn de la Glòria, 12), donde hoy inaugura su primera exposición individual, Entre la obra gráfica y la obra gráfica. El resplandor de la inmundicia.

La muerte da la bienvenida al espectador. De algún modo hay que enfrentarse a "a la fugacidad de la vida", dirá Pinya. Él lo hace con un gran mural, convertido en cementerio de judíos de renombre. Arthur Miller, Einstein, Ginsberg, Freud, Chaim Soutine e incluso Greta, "una perra judía", tienen en Ferran Cano su lápida. El artista no reniega de su apellido xueta y en otra de las salas de la galería, en la que exhibe obra reciente, proclama "la venganza de los judíos" con un guiño a Malditos bastardos, una rata judía o La náusea de Mr. Hinkel, obra inspirada en el dictador de Chaplin. "He sufrido insultos por mi condición de xueta. Me cuesta separar mi arte y mi vida", señala el autor.

Volvemos a la sala de entrada de Ferran Cano, donde ha amontonado inmundicia, una idea que le sobrevino en Italia y que conecta con la crisis de basura de Nápoles. "Entre los escombros es donde mejor me siento. Me permite interpretar la vida al margen de cualquier tipo de frivolidad y de posturas arrogantes", explica. Junto a las bolsas se encuentran todo tipo de objetos, desde un Nenuco pollón a una taza de WC.

Una pequeña instalación de acrílicos sobre tela y dos souvenirs de Nápoles se enfrentan a una selección de su obra gráfica, creada en el taller Torculari de Algaida. "Me da igual si gusta o no mi trabajo. Detesto a los artistas que encuentran fórmulas y las exprimen", aclara el hiperactivo y compulsivo Pinya.

Conectada con la gráfica, se exhibe la obra trágica, "más crítica", con piezas que muestran a un obispo pederasta. En otra reproduce la trangresión de Adán y Eva, aquí convertidos en Albert Pinya y Laurina Paperina. Una obra "relevante" es la tela del entierro de Basquiat, el maestro, un pintor que le marcó "un antes y un después" y que brinda un trabajo "más interesante que cualquier Academia de Bellas Artes".

Sus antihéroes, sufriendo, defecando o vomitando, y las proyecciones de Pedro Servera, completan una muestra que permanecerá abierta hasta el 17 de enero.