Susu (Donosti, 1972) lleva la música dentro desde que era una niña. Lo sigue siendo. Inspirándose en su experiencia como madre compuso el disco La media luna y las estrellitas. Y nació un libro-disco de cuentos y canciones (Ed. Alba).

–A los niños, a menudo, les hablamos como si no comprendieran. ¿Les cantamos igual?

–No quiero entrar en eso, no quiero que se me malinterprete. A mí lo que me gustaría es aportar mi punto de vista, sin juzgar lo que se ha hecho antes. Yo creo que con los niños siempre se intenta hacerlo bien, pero es verdad que caemos en eso de que los mayores tenemos que enseñarles cómo deben vivir y eso nos hace ser poco naturales. Y olvidarnos de que nosotros también somos niños. El niño lo tienes dentro a lo largo de toda la vida.

–Pero aflora especialmente al ser madre.

–Yo creo que sí, es que lo tienes delante, lo ves reflejado en tu propio hijo o hija. Aquí hablamos de maternidad, pero muchas veces la relación es entre adulto y niño, es la relación en general con los niños.

–En el disco hay muchos ritmos distintos. ¿Van también con los estados de ánimo, con las fases vitales?

–Totalmente. Por ejemplo, en Tengo miedo por el carácter tan íntimo de la letra era como una balada. En cambio en otros momentos estás diciendo algo que necesitas más fuerza, como en Un Mundo mejor. Qué mejor que decirlo desde la rebeldía del rock. Hablando de lo que sientes por tu madre te sale un tipo de ritmo y si te sientes como una persona que se pierde a veces y tiene dudas pues te sale otro.

–También hay distintas voces, el adulto que habla el niño, la madre al hijo, pero también el niño pidiendo ejemplo a los padres ¿quién enseña a quién?

–Es que los niños lo piden a gritos. Hay un momento en que el adulto cree ´no puedo hacer nada, tiro la toalla´. Cuando haces eso es cuando el niño necesita que de verdad te ocupes de él y al mismo tiempo el adulto está aprendiendo. Hay muchas voces en el disco y todos en realidad se enriquecen los unos con los otros. Están todos al mismo nivel. Hay niños que son muy sabios y adultos que son totalmente primitivos.

­–Reivindica el respeto a la mujer, el papel de la madre y el de la abuela. ¿Un trabajo cien por cien femenino?

–No es que haya querido sacar al hombre fuera, es que me ha salido hablar de la madre, porque soy madre y de la abuela, porque lo tengo cercano a mí en estos momentos. Yo a los hombres los respeto mucho y creo que tienen un papel fundamental, pero en este caso me ha salido así. A lo mejor si este proyecto va bien haré uno más enfocado a la figura del padre, es un papel más desagradecido y emocionalmente le cuesta más entrar en el círculo de la maternidad. Es un papel secundario pero fundamental. Yo, sin Shuarma, no podría hacer lo que estoy haciendo.

–En las letras aborda temas actuales y duros, no intenta ocultar la realidad.

–Es que hay muchos niños que están en la guerra o están marginados o en una situación muy difícil; no solo están los niños que viven bien, que viven una vida como la de Disney. No es una estrategia, pero me sale pensar en eso. Y me sale pensar que esos niños también tienen su necesidad de que les hagan caso, de tener ese protagonismo que se merecen. Por eso no me da miedo hablar de la guerra o incluso de la muerte. A estos niños si los protegemos tanto cuando se hagan mayores se van a chocar con la realidad que no les han contado. Estoy de acuerdo en que también hay que ir progresivamente y hablarles con naturalidad de las cosas.

–También hace un llamamiento a vivir en armonía con el universo y aparecen constantes: la arena, el mar, la calma...

–Es algo totalmente emocional. Cuando estoy en un entorno natural me siento en equilibrio y entiendo mucho más cuál es mi papel en el mundo. Cuando estoy en un centro comercial o en el asfalto me pierdo. Por eso es un canto a la naturaleza, es muy fácil que los niños se encierren en sus videojuegos y no jueguen al aire libre. Vamos a escuchar el mar y mirar el cielo, no nos olvidemos que formamos parte de la naturaleza.

–En un mundo tecnológico y de grandes multinacionales hacen una música intimista y crean su propio sello. ¿No es ir contracorriente?

–Ir contracorriente es mi destino. Es muy difícil lo que estamos haciendo, hemos sido kamikazes y hay momentos que nos sentimos un poco perdidos. En un momento que la industria discográfica se ha venido abajo, una propuesta diferente y además somos una familia, una pareja de diez años que no despierta morbo. Pero es que nos ha salido así.