¿Es el futuro proyecto de ley que regirá el orden de los apellidos en el registro civil un acierto, o más bien discrimina aquellos que residen en las últimas posiciones del alfabeto? Algunos expertos auguran la progresiva pérdida de protagonismo de muchos de ellos, sobre todo de aquellos que estén por detrás de la ´m´ o ´n´.

Investigadores del Instituto de Física Interdisciplinaria y Sistemas Complejos (IFISC), un organismo formado entre la Universitat de les Illes Balears y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, han elaborado un modelo sobre la evolución de la distribución de los apellidos en el estado español si se aprueba el Proyecto de Ley del Registro Civil, que el Consejo de Ministros presentó el pasado 23 de julio, en virtud del cual se el apellido a adoptar en caso de desacuerdo entre los padres se elegirá por orden alfabético.

Mientras que en otros lugares del mundo se permiten infinitud de combinaciones, en España la propuesta ha suscitado debate. En este caso, ¿el orden de los factores altera el producto?

El estudio, obra de los investigadores Raúl Toral y Luis Fernández Lafuerza, ha cuantificado en qué medida disminuirá o aumentará la frecuencia de un apellido, según su posición alfabética y en un periodo de tiempo determinado.

Los investigadores concluyen que el resultado depende en fuerte medida de la proporción de parejas que se ponen de acuerdo para elegir los apellidos. Si los padres y madres comulgan en un 50 por ciento de los casos, los linajes que ocupen las últimas posiciones del alfabeto reducirán diez veces su presencia antes de cinco generaciones. Así, si hoy en día existen alrededor de 17.000 personas con el apellido Vázquez, en cinco generaciones únicamente habrá 1.700, indican.

Coincidencias

Por contra, prosiguen, si el porcentaje de acuerdo entre los padres es del 95 por ciento, para que se llegue a esa reducción tendrán que pasar hasta 50 generaciones. Por tanto, cuanto más coincidan las parejas, menos riesgo hay de la pérdida de estos apellidos.

Los investigadores explican que consideraciones como ésta pueden ayudar a diseñar un proceso que, siendo favorable a las políticas de igualdad, no represente ninguna variación en la distribución estadística de los linajes.

El estudio, añaden los investigadores en el documento, es un pequeño modelo y no considera otros factores como los nuevos apellidos derivados de la inmigración o su distribución geográfica, aunque su impacto sea secundario en la tendencia general.