Hay perfumes complejísimos (Ambar 114, de Gérald Ghislain, por ejemplo, consta justo de eso, 114 componentes) y perfumes realizados con un solo elemento (la perfumería molecular de Geza Schoen). ¿Qué es lo último, lo ultimísimo? Joaquín Egea, propietario de dos exclusivas tiendas de perfumes en Murcia y en Valencia, "Linda Vuela a Río", apunta una tendencia potente, la "bio". Y, si de esencias ecológicas se habla, hay que referirse, necesariamente, a Olivia Giacobetti, que Vogue España (noviembre) ha encumbrado como "la mejor nariz del mundo". Ha creado perfumes para muchas firmas de primer orden y ahora apuesta por lo natural. Sus aromas para Honoré des prés utilizan ingredientes procedentes de la agricultura ecológica: zanahorias, coco, nardo... El envase, igualmente "verde", ha merecido un premio Wallpaper de diseño.

En el extremo opuesto, en las antípodas perfumísticas, se sitúan los aromas sintéticos. Romano Ricci (Juliette has a gun), bisnieto de la creadora Nina Ricci y nietro del perfumista Robert Ricci, ha creado un no-perfume (así se llama, Not a perfum) que incluye como nota dominante ambroxan, la versión sintética del ámbar gris —grasa que la ballena segrega, un lujo raro y prohibitivo—. No es el primero. Más extremo, el ambroxan es el único ingrediente alrededor del cual orbita Molecule 02, la experiencia molecular (Escentric Molecules) de Geza Schoen. Es la biología molecular aplicada al mundo de los olores.