Pura música. Así es Christian Scott, uno de los trompetistas de mayor proyección de los últimos tiempos. Desnuda su alma en cada escenario y ayer lo hizo en un espacio más íntimo, junto a media docena de personas para compartir, en una master class celebrada en el Centro de Estudios Musicales Avanzados (CEMA) de Palma, sus experiencias más personales, antes de actuar en el Teatre Principal invitado por el Festival JazzVoyeur.

El jazz corre por sus venas. Su talento, forjado desde pequeño de la mano de su tío, también músico, le ha convertido en un joven prodigio; un poeta y filósofo de la música, que ha hecho de la fusión de estilos (rock, soul..) su sello de identidad. "Decidí crear una música mezcla de texturas para que los músicos del futuro no tuvieran que repetir la del pasado", explica. "Todos los estilos están relacionados porque están hechos por personas". "Los orígenes del rock y el jazz son los mismos, son como dos primos que se separan" y que él vuelve a unir.

Nació en la cuna del jazz, en New Orleans, donde aprendió de los grandes maestros de la segunda generación. Su idea de la vida ha cambiado mucho desde entonces. "Veía a mi tío con buenos coches, chicas... yo quería ser igual de cool", pero "luego me di cuenta de que la música era algo mucho más serio".

Humilde e independiente, Scott huye de las etiquetas. "Cuanto más describes más lejos estás de expresar", afirma. Para él la "música son sonidos", es el reflejo de la persona, vengas donde vengas, y de uno mismo. "Cualquier música que consiga transmitir tus ideas será válida", asegura. "La música te define; para ello debes saber quién eres y ser sincero con tu música", aconseja.

Scott halla la inspiración de la realidad que le rodea, incluso de la botánica, de su propio pasado... Fluye, y hay que dejarla ir, comenta. Como aquel fatídico día en que su mejor amigo murió tiroteado en el parque en sus brazos y los de su hermano gemelo. Tan sólo tenía 11 años.

Creció como músico en Berkley, rematando en dos años una carrera que se estudia en seis. Fue entonces cuando se lanzó en busca de su propia aventura, explica. Rechazó muchas ofertas de grandes discográficas norteamericanas que llegaron a ´robar´ sus creaciones. "Quería tocar mi propia música, que nadie me dijera lo que tenía que hacer", detalla al respecto.

A sus 27 años y con un Grammy a sus espaldas, sigue conjugando esencias. Ahora estoy trabajando en la mezcla de ritmos senegaleses con música de Nueva Carolina, adelanta.

No deja de escuchar y leer, le encanta, afirma. "Cuando tenía cinco años oí a unos hombres blancos decir: Si quieres que un negro no encuentre algo escóndelo en un libro". Su infancia marcó profundamente su vida, y ella su música. "Al final lo mejor que puedes hacer es ayudar a la gente", le advirtió su madre desde pequeño. Y él lo hace, a su modo, cada vez que se sube a un escenario.