Música, fiesta y diversión. Son los ingredientes que maneja Los Inhumanos, el macrogrupo valenciano –por sus filas han pasado hasta 400 personas– que este año celebra tres décadas de sonrisas. Hoy presentan su nuevo trabajo discográfico, Los hombres que amaban a todas las mujeres, en Felanitx, donde resonarán canciones tan populares como Me duele la cara de ser tan guapo junto a otras nuevas como Todo me la pela. DIARIO de MALLORCA conversa con Nacho Aguado, uno de sus fundadores.

–¿Por qué dicen que Felanitx es la población talismán de Los Inhumanos?

–Porque siempre que hemos actuado allí, y ya son unas cuantas, nos han tratado muy bien. Es un lugar encantandor, por el público, numeroso y divertido; y por su alcalde, a quien el año pasado le impusimos la túnica blanca de honor. No descartamos empadronarnos en Felanitx.

–¿Cuántos Inhumanos se desplazarán a Mallorca?

–Actualmente el grupo está compuesto por veinte personas, pero a Mallorca iremos solo trece. Por motivos familiares, personales o laborales, es prácticamente imposible viajar siempre todos.

–¿Barco o avión?

–En el caso de Mallorca, avión, aunque normalmente nos movemos en furgoneta y coches de alquiler. Para nosotros un concierto siempre es una especie de excursión que acaba con la actuación. Nos gusta comer, hacer turismo y visitar peñas y bares todos juntos.

–¿Qué hace falta para ser un Inhumano?

–Tener espíritu jovial, ser buena gente y ser divertido encima del escenario. Por el grupo han pasado más de 400 personas en estos 30 años. Somos un grupo en constante renovación. Nuestras edades están entre los 20 y los 50. Somos una peña de amigos, como una tuna.

–Un concierto de Inhumanos es...

–El descontrol controlado. Nuestros directos son divertidos, siempre diferentes y con altas dosis de improvisación.

–¿En qué se fijan primero al mirar a una mujer?

–En su sonrisa. Amamos a todas las mujeres, ya estén casadas, solteras o enviudadas. Otra cosa es que nos acostemos con todas.

–Después de tres décadas, el grupo se habrá humanizado un poco.

–Algo nos hemos profesionalizado, pero lo importante es no perder la esencia.

–En su nuevo trabajo discográfico cuentan cerca de 50 anécdotas, una de ellas referida a Villarcayo.

–Todo empezó en Cáceres, después de un concierto. Estuvimos por ahí, practicando el turismo de bar. Sin saber cómo, me despisté, y mis compañeros partieron en dirección a Villarcayo, donde al día siguiente teníamos que actuar. Yo iba en bañador y zapatillas de piscina. No llevaba nada más encima. Menos mal que unas amigas me dejaron dinero y pude coger un autobús hacia Burgos. En el trayecto la gente no dejaba de mirarme, por la pinta que llevaba. Al final llegué a tiempo para el concierto, pero al día siguiente casi vuelvo a quedarme tirado como una colilla. Esa vez esprinté y pude coger el autocar del grupo a tiempo.