La irrupción del chat y las redes sociales en nuestra sociedad han acarreado que los espacios para la conversación cara a cara dejen de ser algo natural. Y que, por ello, haya que crearlos más que nunca. Un buen ejemplo de foro organizado generador de debate es el club de lectura, que vive hoy día uno de sus mejores momentos. Tanto es así que los grupos de lectores se han instaurado como actividad habitual en las bibliotecas y centros culturales de Mallorca. Actualmente, hay aproximadamente 25 clubes de lectura en toda la isla, cifra que va en aumento.

"Para que funcione bien el debate sobre un mismo libro leído previamente por el grupo, lo suyo es que sean entre 15 y 20 personas", calcula la educadora social y Máster en Animación Lectora Mar Rayó, quien lleva siete años coordinando clubes de lectura en la isla. Actualmente dirige el de la biblioteca de la Misericòrdia y el mensual de Can Sales, que ofrece también uno semanal y otro infantil. Rayó ajusta el perfil de los integrantes de estos grupos: " El 85% son mujeres, cosa que no me extraña, porque las encuestas sobre lectura arrojan que ellas leen más. Creo que a las mujeres les da menos pereza reunirse para hablar, y puede que los hombres no tengan tanta necesidad de compartir", argumenta. Los clubes de lectura tienen un importante componente de socialización, "nos hacen más sociables", cree Rayó, amén de potenciar la tolerancia hacia el otro.

La bibliotecaria María José Mulas, responsable del club semanal de Can Sales, conviene con Rayó que un bagaje de lecturas compartidas, además de ayudar a los miembros a identificarse con el grupo en la medida que tienen unas referencias culturales comunes cada vez mayores, los hace partícipes de una misma experiencia "y esto, se quiera o no, une, de la misma manera que se sienten unidos los compañeros de viaje". En Can Sales los títulos por leer los escoge Mulas en función de la disponibilidad en la propia biblioteca y en la de Salamanca, que les presta libros. "Otros los compra Can Sales", añade. En el grupo de lectura de los miércoles, son los participantes los que ostentan la voz; la coordinadora, Mulas, acierta a hacer preguntas pertinentes más que ser alguien que da respuesta al grupo. Actualmente, están leyendo Pregúntale al polvo de John Fante y acaban de devorar El castillo de cristal de Jeannette Walls. El club es heterogéneo. Mercedes Estrades, profesora jubilada, es la sénior. El benjamín es Miguel Pérez, tiene 24 años. Ambos son apasionados de la lectura, denominador común de todos aquellos que comparten grupo de lectura. Mercedes matiza que se apuntó porque había abandonado el hábito lector por falta de tiempo. "Es como una disciplina venir aquí cada semana, me motiva mucho a continuar con el libro. Hacía tiempo que no me terminaba uno. Antes los dejaba en la mesita de noche a medias", reconoce.

Mulas aclara que la finalidad de estas tertulias no es hacer un análisis exhaustivo del libro – "no somos profesores de literatura ni críticos literarios"–, sino compartir opiniones y el placer de una afición. Las reuniones suelen comenzar con una introducción de la bibliotecaria sobre el autor y la época, y pueden acabar con comentarios sobre cualquier tema, incluso de índole personal. Así se pronuncia una participante del club de los miércoles, María Francisca Villar: "La gente se apunta mucho para liberarse del día a día, más que porque se sientan solos. Nos abrimos, algunos contamos nuestras experiencias. Hacemos algo de psicoterapia", apunta.

La coordinadora del grupo sostiene que los clubes de lectura permiten descubrir a los demás libros que jamás se habrían atrevido a encarar por sí mismos. "Nosotros nos hemos enfrentado a clásicos supuestamente difíciles como Madame Bovary o las Las mil y una noches. No son pasatiempos", asegura. Francisca Ramis, miembro del club, lo corrobora: "Me encantó El país del agua, un título que nunca me habría comprado. En una librería habría optado por un bestseller", reconoce. A Miguel Pérez le llaman mucho la atención las interpretaciones que hacen sus compañeras de grupo, "muy aplicadas", por lo que ve muy enriquecida esa primera lectura realizada en soledad. Villar asiente: "Sí, sí, a veces parece que no hemos leído el mismo libro".

A juicio de la coordinadora del club, los libros que más han gustado son Ensayo sobre la ceguera, El amor en los tiempos del cólera, El lector y La elegancia del erizo.

En la part forana, en concreto en Llucmajor, Joan Ramis dirige hace cuatro años un club de lectura mensual en la biblioteca municipal. Actualmente cuenta con 42 personas apuntadas, la mayoría mujeres. "También he tenido extranjeras que viven fora vila y gente de la Península que se ha integrado en el pueblo gracias al club", explica. En su caso particular, el grupo de lectores se ha convertido también en un grupo de amigos que organiza salidas, excursiones y cenas. Los participantes leen en estos momentos El asombroso viaje de Pomponio Flato de Eduardo Mendoza. Los ejemplares los paga el Consell y se los van prestando entre las bibliotecas que conforman la red de la institución insular. La mecánica de las sesiones es "muy sencilla": "Comenzamos con opiniones sobre el libro y se acaba hablando de algún problema personal o de todo el pueblo", informa el bibliotecario. Ramis recuerda un viaje a Barcelona que realizó todo el club con motivo de la lectura de La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón. La próxima salida está en rojo en el calendario. "Iremos al Parlament, lugar donde se encontraba el Círculo Balear, el ´Estado Mayor´ de Llorenç Villalonga y su Mort de dama", detalla. "Nos lo pasamos bien, la gente habla, otros aprenden. Tengo una señora de sesenta años que ya lee en catalán cuando jamás lo había hecho", reseña orgulloso. No en vano, hay lista de espera para entrar en el club de lectura de Llucmajor.

Ramona Pérez, librera de Àgora, es una abanderada de las tertulias literarias. Les dio impulso en 2006, en cuanto abrió la librería. Y actualmente colaboran con ella el Pen Català y el Servei d´Activitats Culturals de la Universitat de les Illes Balears. Ramona siempre se las idea para ofrecer algo distinto: las de los traductores son seña de identidad de su establecimiento. Ella tiene fe en estos clubes que, amén de formar a excelentes lectores, son escuelas de tolerancia.