Maika Makovski, la mallorquina de sangre andaluza y macedonia que se formó en el BluesVille antes de convertirse en un faro del rock, regresa a Mallorca con nuevo álbum bajo el brazo, el tercero en su discografía, grabado y producido en Inglaterra por John Parish. Que nadie espere un concierto como el que ofreció el pasado 20 de octubre, desde su cama y para sus fans. En Manacor tocará en el escenario del Teatre Municipal (día 13).

–¿Por qué no hemos hecho esta entrevista en la cama?

–Me lo tendrías que haber pedido. Si no te dio permiso el manager es porque vela mucho por mí.

–Me acercaré a usted en el camerino del Teatre de Manacor. ¿Qué ha preparado para la ocasión?

–El repertorio de mi tercer disco adaptado a una energía más íntima. También interpretaré algunos temas nuevos y, al disponer el teatro de un piano, revisitaré canciones de mi primer y segundo disco. Me apetece mucho este concierto porque tengo ganas de hacer cosas más íntimas y sentirme más cerca del público.

–¿Por eso les abrió las puertas de su habitación?

–Fue una experiencia estupenda. Hacer un miniconcierto desde mi cama, a tiempo real, con una cámara web, me resultaba divertido y cercano. Me encantó la idea de que todo el mundo estuviera cómodo y en pijama. Quería dar algo real, sin mentiras.

–¿Hay mucha mentira en el mundo del rock?

–Una PA (amplificador de sonido) ya miente: la voz no suena a ti, ni las guitarras... La tecnología también puede ser un obstáculo a la hora de transmitir. ¡Y qué hablar de las poses!

–¿Cómo se comporta su público en las distancias cortas?

–El público se comporta como tú te comportas con ellos. Yo soy una persona cercana, natural, y no comulgo con quienes van de semidioses.

–Siempre mira a los ojos de los espectadores, ¿aunque lleven pijama?

–Con pijama no les quito ojo. Es más difícil hacer un concierto para pocos espectadores que para muchísimos. Una mirada puede ser un poco invasiva.

–Empezó tocando para cuatro espectadores y hoy llena salas y teatros de todo el mundo.

–Agradezco el trabajo de base. Nos ha permitido crecer. Estamos preparados para enfrentarnos con aplomo y serenidad a nuevas situaciones.

–Habla en plural. ¿Encontró ya su banda?

–Somos una banda estable. Estoy tocando con la misma base rítmica desde hace siete años. El último miembro entró hace dos. Prefiero tocar siempre con los mismos músicos. Los componentes de una banda necesitan escucharse, anticiparse a lo que va a hacer el otro. Conocerse no tiene precio.

–En algunas ciudades de Estados Unidos y el Reino Unido ha compartido escenario con Amaral. ¿Se siente próximo al dúo?

–La verdad es que no, aunque son gente muy maja. Muchas veces compartes cartel con grupos que no tienen nada que ver con lo que uno hace. En cualquier caso, siempre es un regalo conocer a gente nueva.

–Un título como ´Maika Makovski´ sugiere empezar de cero.

–No reniego de mis anteriores discos, pero me estoy construyendo una casa nueva. Con este disco he dado un salto. Con él he aprendido a contenerme en favor de la canción, a ser un instrumento al servicio del disco, a no conformarme con algo que no me estimule del todo, a expresarme de forma mejor y a ser más exigente sin serlo tanto como para dejar de fluir. Quien escribe una canción actúa como una esponja. He intentado que en el disco se vislumbre mi personalidad.

–Un trabajo que gustará a los devotos del blues.

–Sí. Este disco, para mí, es blues. Las letras hablan del conflicto entre el hombre y la mujer, el tema del blues por excelencia, y hay mucho de pantano, de humedad.

–¿Cuándo volverá al BluesVille?

–Guardo recuerdos del BluesVille, pero no todos buenos. Yo era muy joven y estaba sola, con mi voz y mi guitarra. Hubo noches muy buenas y otras en la que me iba a casa cabizbaja. El BluesVille fue mi escuela.

–¿Por qué eligió a John Parish?

–Acudió a él mi ex manager, sin yo saber nada. Le envió mis dos primeros cedés y le gustaron. Tanto Parish como yo creímos que podía funcionar. No quería hacer un disco urgente ni una copia de los anteriores. Yo buscaba una producción más de atmósfera, más sutil, y Parish es un maestro en este campo.

–¿Le molestan las comparaciones con PJ Harvey?

–Me dan un poco igual. Es más una cosa de la prensa que de los que van a los conciertos. Rara vez un espectador me ha mentado a PJ Harvey tras verme actuar.

–¿Financió usted la grabación por su cuenta?

–No tenía discográfica y lo vi claro. Estaba satisfecha con mis canciones y Parish es un aval. Muchos se han comprado el disco por el sello de Parish. No me pareció un riesgo. Además, no nos cobró lo que pide a una multinacional.

–¿Ya ha recuperado lo invertido?

–Todavía no. El rock me permite llegar a fin de mes, pero sin una vida de lujo.

–¿Qué ha sido de la pintura, su otra pasión?

–Áhora no tengo mucho tiempo para ella. La pintura pide un estado mental distinto al que me exige la música. Volveré a ella, en algún paréntesis.

–¿Cree aún que España sigue afincada en el Tercer Mundo musical?

–Cada vez menos. Últimamente están apareciendo buenas bandas.