"Qué necesario es el rock n´roll, qué prescindible el cuero". Lo cree, lo canta y lo contagia Fito Cabrales, un veterano que sabe reconocer más anécdota que filosofía en las patillas, las ´chupas´ y las botas que se gasta. El bilbaíno, tan honesto en lo musical como irreparablemente sordo de un pie, volvió a confirmar anoche que su rock de versos largos, contradicciones cotidianas y guitarra Carlos Raya, se cuela fácil; una asignatura pendiente para algunos de nuestros grandes. Y lo hizo ante nueve mil heterogéneas personas, conquistadas y no es tópico, un aforo que Mallorca hacía tiempo que no le brindaba a nadie, y que seguro estará tiempo en volver a completar.

No fueron Fito y sus Fitipaldis, sino el Lichis y su Cabra Mecánica los encargados de inaugurar Son Fusteret; antes se teloneaban a la inversa, vueltas que da la vida. El nuevo y descubierto recinto, que ayer montó escenario de gira grande, sonó casi perfecto, acogió con comodidad al personal reunido y se confirmó preparado para dejarse aparcar sin estrés. Y para tirar las cañas con eficacia. Una buena idea, que será mucho mejor con la llegada del buen tiempo. Los madrileños, por cierto, se agarraron a unos greatest hits –Felicidad, La lista de la compra, Vengo de Lavapiés, Reina de la mantequilla...–que ejecutaron con ganas, pero que han perdido frescura con los años.

Y en eso que entró Fito, que llegó en Vespa amarilla y con aspecto de cómic. Raudos se arrancaron los Fitipaldis, con el punteo infalible de su nuevo single, Antes de que cuente diez, que se cantó hasta el que creía no saberlo entero. El menudo de Bilbao, seguramente más universal de lo que jamás pensó, ha devuelto sin querer, y sin quererlo evitar, las ganas de rock a un país que andaba sometido al pop. Gracias.

La velada continuó con Un buen castigo, aquella de "el mejor de los pecados.... el haberte conocido". Después, y antes de Por la boca muere el pez, tiempo para el riguroso y sincero "buenas noches, lo pasaremos bien". También para un solidario "¿alguien dijo frío?", que en realidad sí lo habían dicho algunos, pues lo hacía en Son Fusteret. Ya pitillo en boca –segundos después en el mástil de esa guitarra que Fito toca con cara de estar comiendo un limón– Viene y van, otra de estribillo contagioso y contagiado. La quinta, tras oscura introducción con guiños a Pink Floyd, Me equivocaría otra vez, de nuevo acertada en la totalidad de sus sílabas por el público. La media docena llegó con Como pollo sin cabeza, clásico con clásicos versos –"si le duelen los recuerdos, se los cura con ginebra"–, la última al cierre de esta edición.

El guión previsto contemplaba paseo por las diez canciones nuevas y grandes rescates, obligadas Acabo de llegar, Soldadito marinero, Deltoya, Barra americana o Abrazado a la tristeza.