Alejandro Vidal (Palma, 1972) asegura que sus obras se oponen directamente al concepto de arte domesticado. Plantear problemas, como artista, algo "crucial". "El estado sospecha de nosotros, todos sospechamos del estado y casi todos tenemos sospechas del otro". Los siete minutos de Tactical Disorder, su particular forma de cuestionar la cultura del miedo instalada y la globalización de la inseguridad. "Hay demasiados emperadores", afirma, en este ´Imperio del Miedo´.

-Tiene fama de enfant terrible.

-La ´mala fama´ me resulta sugerente. Los artistas hemos sufrido mucho de una visión deforme que nos alza como protagonistas de lo terrible. No sé de dónde proviene esa fama de ´mal portado´, como dirían los mexicanos.

-Ha dejado dicho que el arte tiene que ser crítico y salvaje. ¿En qué medida lo es el suyo?

-El arte como medio tiene mucho poder. Siempre ha sido mirado con recelo a lo largo de la historia. Me fascina su capacidad de trazar incógnitas. Plantear problemas desde el arte es crucial. El arte debe ser utilizado y el artista no debe dedicarse solamente a aportar soluciones. Hay ciertas dosis de salvajismo en mis obras. Se oponen directamente a lo que entiendo como arte servil, dócil o domesticado.

-¿Han sabido entenderle los críticos?

-No lo sé. Hace mucho tiempo que la crítica, en general, se ha convertido en una básica descripción de las obras expuestas, enriquecidas con un corta y pega de las notas de prensa. Creo que se escribe demasiado deprisa, se profundiza poco en los trabajos y se digiere precipitadamente. A pesar de todos estos signos, sí me han entendido bien muchos teóricos con los que he trabajado. En algunas ocasiones han sido capaces de realizar lecturas tan acertadas que yo no hubiera sido capaz de hacer mejor con la palabra.

-El activismo artístico parece necesario. Pero también muy cómodo.

-Lo que es necesario es tomar partido y tener una actitud ante las cosas. La palabra activismo me produce una cierta aversión. Si la asociamos a ´artístico´ algo no funciona. Adoptar una actitud beligerante desde el arte es tan incómodo como liderar manifestaciones o atentar en contra del orden establecido. El arte legitima discursos, prácticas y acciones que podrían rozar la ilegalidad en ocasiones y otras veces hay obras que se convierten en herramientas de las cuales se apodera la gente para darles un uso.

-¿Cansa la vista una mirada tan crítica?

-No, no cansa. Me siento un privilegiado. Vivo de un modo en el que me puedo permitir la licencia de moverme sin demasiados prejuicios ni contemplaciones. La mirada crítica no es suficiente si no se combina con una lengua afilada y sentido del humor.

-Defiende que ahora ser artista es más una actitud que un oficio.

-Sin duda. Hoy día es difícil que un artista sea neutral. Es difícil anular su capacidad política. En sus obras la utiliza tanto el artista que la usa de forma explícita como el que la esconde. El uso de múltiples lenguajes, la ruptura de muchos formalismos, la desaparición de la técnica como algo a elogiar, la importancia del discurso frente a lo puramente estético. Son muchos los conflictos e interrogantes que a mi juicio han potenciado la actitud de un artista como motor de su práctica.

-Vive lejos de su isla. ¿Es más fácil ser artista fuera de Mallorca?

-En líneas generales es posible que sí. Desde Barcelona, donde vivo ahora, es más viable establecer vínculos internacionales. Viajo con mucha frecuencia, lo cual me da la posibilidad de trabajar en contextos muy diversos. De este modo surgen colaboraciones y proyectos intensos. Barcelona, sin ser una ciudad apasionante en lo que a vida cultural se refiere, se encuentra en un circuito por el que pasan mayor número de profesionales del arte. El eco y la visibilidad es diferente.

-¿Qué echa de menos?

-En la isla residen mi familia y algunos amigos, pero no guardo una relación de nostalgia particular con ella. Tal vez algunos paisajes que puedo rescatar en ese intento de no verlos destruidos por el cemento y el turismo. Mis paraísos de la infancia cambiaron demasiado de aspecto, casi no se puede reconocer nada en ellos de lo que un día fueron. Por lo general mis ausencias y necesidades nacen de una combinación de recuerdos de muchos lugares que me han entusiasmado. Mallorca ocupa con pequeñas cosas su lugar, pero no con una mayor importancia que otras latitudes.

-Viene proponiendo una reflexión, una denuncia, sobre el ´Imperio del miedo´ en el que se vive. ¿Quién es el emperador?

-No trabajo en clave de denuncia. Se hace a veces una lectura de mi obra equivocada al centrar mi discurso en este aspecto que mencionas. Parece que existe una necesidad creciente de etiquetar, clasificar y definir. Esto limita. Por otra parte, cuestionar las relaciones entre las medidas de seguridad actuales y la cultura del miedo es algo en lo que deberíamos fijarnos. Vivimos en un escenario post-político donde el Estado sospecha de nosotros, todos sospechamos del Estado y casi todos tenemos sospechas del otro. Estamos bajo el paraguas de una nueva arquitectura global del miedo. La globalización de la inseguridad ha redefinido el rol del estado-nación como benefactor de las libertades civiles. Hay demasiados emperadores.

-Le pido una sinopsis de su ´Tactical Disorder´.

-Tactical Disorder surge de este cuestionamiento del concepto de Estado de Seguridad, de esta cultura del miedo. El aumento de las medidas de seguridad nos conduce a una creciente despolitización de la sociedad. Vidal presenta la opción de una post-política modificando el registro de la política y llevándolo más allá del estado, de formas de conocimiento y de identidad. La vida se convierte de este modo en algo imposible de diferenciar de las tecnologías políticas de control y regulación. Me interesa subrayar la incomunicación y los limitados recursos de emancipación política de nuestros contemporáneos.

-¿Qué le pide a los actores? ¿Improvisación?, ¿coreografías milimetradas?

-En raras ocasiones trabajo con actores profesionales o siguiendo un guión. Me provoca más la espontaneidad. Normalmente genero un clima de tensión, una situación aparentemente improvisada la cual dirijo a donde me interesa. Es una experiencia más visceral para quien participa y menos contenida en lo emocional. Necesito que se sientan incómodos. Hace cinco años que tengo la suerte de trabajar con el mismo equipo técnico, es de gran ayuda a la hora de desarrollar proyectos pues no es necesario explicar las cosas dos veces. Mis métodos son poco ortodoxos pero tampoco me los he inventado yo. Casi siempre trato de traicionarme a mí mismo en mi proceso de trabajo. Es importante plantearse retos y no dominar siempre el medio. De este modo todo resulta menos predecible.

-Hace de la violencia algo, cuando menos, estético, bello. ¿Es fotogénica?

-La violencia resulta ser otro de los tópicos que surgen al hablar de mis obras. Normalmente no me detengo en la violencia explícita y me dedico más a indagar en momentos previos a un posible estallido violento. Hay otras violencias que me estimulan y con las que convivimos a diario. La sociedad actual es una consumidora voraz de violencia. La televisión y el cine son auténticos difusores de violencia en todas sus vertientes. Nadie lo cuestiona. Pero cuando la violencia se sugiere en el arte es curioso ver cuál es la permeabilidad del medio. El fotógrafo mexicano Enrique Metinides reflejó en su trabajo como reportero gráfico la violencia de una forma sublime. Su obra muestra cómo es posible encontrar la belleza a pesar de retratar el desastre.

-Imagino que no es fácil retratarla cuando ésta es ficticia.

-A mí me interesa el concepto de arte como simulacro. Al trabajar con lo ficticio me permito establecer una distancia que me es útil a la hora de elaborar mi trabajo. No quiero documentar, prefiero escenificar.

-¿Considera que el reconocimiento puede restar honestidad artística?

-No en mi experiencia. Si un artista tiene las ideas claras no existe la necesidad de que se sienta intimidado por estos factores. El propio compromiso con la obra tiene más fuerza que todas esas circunstancias. Yo disfruto del vértigo y de un cierto caos a la hora de trabajar. Acepto la posibilidad del error como una parte importante de mi proceso creativo. Entiendo muchas exposiciones como una parada para evaluar y reflexionar sobre mi trabajo.

-En su misma línea de trabajo, imagine Mallorca como escenario protagonista.

-En Mallorca podría trabajar en un estudio de la euforia y el abandono colectivo a partir del uso de estimulantes como el éxtasis en muchos de los clubes costeros. La simulación del secuestro de un avión con rehenes en el aeropuerto de Palma sería igualmente una opción atractiva.

-Vídeos, instalaciones y mucha fotografía. Me falta el pincel.

-Todavía sigo dibujando, aunque no echo en falta el pincel. Disfruto mucho de la pintura, pero en igual medida que otras disciplinas. No me limito a un solo soporte y no descarto usar la pintura cuando lo necesite. El haber pintado hace años me sirve de ayuda a la hora de componer imágenes y viceversa. Lo único que echo en falta es mancharme.