Erwin Bechtold celebrará su ochenta aniversario en diálogo con el público. Para quien el arte es compartir -"el 50 por cien del trabajo es mío, el resto es del espectador y su esfuerzo"-, hoy será una fiesta puesto que muestra sus más de setenta obras en el Museu d´Art Modern i Contemporani de Palma (Es Baluard). A ello sumar la acción-instalación que hoy realizará en el aljibe del centro.

La exposición está concebida en torno a una "confrontación", sus obras primeras de los años sesenta con las realizadas entre el 1998 y el 2004. La pieza bisagra, Sobre el tema ángulo/superficie/espacio, cedido por el MACBA de Barcelona, da paso a las últimas pinturas de un artista que ha hecho de Eivissa algo más que un lugar donde pintar.

Bechtold, nacido en Colonia, discípulo de Léger, hizo del lenguaje abstracto la manera de expresión que mejor le acercaba a los demás. Su pintura invita al silencio, todo está medido, la composición es, sin duda, uno de sus máximos objetivos. Y como apunta el poeta José Corredor Matheos -recientemente premiado con el Nacional de Poesía-, "concilia los contrarios".

"La arquitectura me ha interesado siempre. Cómo resolver la dificultad del espacio. He trabajado con arquitectos e interioristas. Mis pinturas son construcciones razonables en parte, e intuitivas a la vez", explica el pintor.

Barcelona fue algo más que una estación de tránsito en su llegada a Eivissa. La sala Gaspar de la Ciudad Condal le brindó su primera exposición en España en 1956. Trabajó en la editorial Destino como diseñador gráfico de sus portadas. Una vez afincado en Eivissa participó en la creación del grupo Eivissa 59. Los grupos pictóricos de la vanguardia española, El Paso y Dau al Set no le fueron ajenos.

Bechtold tiene una esbelta figura paralela a la elegancia de sus obras. Contenido en el hablar y en el gesto pictórico, no por ello, menos expresivo. Así describió ayer cómo se enfrenta a parte de su pasado: "¿Qué puede decir un artista sobre su obra? He sufrido mucho por la sala que alberga el aljibe -hoy realizará una acción que desemboca en una instalación de la que ayer no quiso decir nada- por su situación. El concepto de la exposición es una aventura porque nunca antes se había hecho una confrontación. Tiene un punto nostálgico ver esta obra cuarenta años después, y ver esa confrontación".

El saldo parecióle positivo: "Hay un vocabulario que del principio hasta ahora me satisface. No es fácil descubrir a primera vista mi pintura".

No claudica ante la banalidad: "No quiero hacer cosas superficiales. Creo más en las cosas escondidas del mirar y el escuchar. Hoy hemos perdido el sentir. Hoy todo es efectivo. Hay que meditar las cosas. No pasar y chupar un cuadro".

La sala -1 del Baluard está en silencio. La pintura de Bechtold invita a ello, alejada del color. "El color, en sentido lírico, me roba el drama. Detesto la superficialidad. En mi caso el color podría caer en algo bonito y ser un desvío. Mi pintura es casi monocroma con algunos acentos, tensiones", matiza.