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Crítica de teatro

La mujer que susurraba a los caballos

Habitualmente, un buen director persigue que los actores se luzcan. Como Pere Fullana es uno de los creadores de escena mallorquines más destacados, él lo consigue en esta pieza extraña pero subyugante, Ganivets a les gallines, que por fin llega al escenario del Principal después de unas cuantas vicisitudes. El propio Fullana intervino, unos segundos antes de iniciarse la función del sábado, para anunciar que todo el equipo se la dedicaba a las víctimas de los asesinatos del viernes en París.

Como un "drama rural" (en una granja con caballos) se anuncia esta historia de David Harrower, que data de veinte años atrás. Un texto que combina leyenda y poesía, superstición e inteligencia, misterio y belleza. Casi hay algo de lorquiano en esta fábula, pero de lorquiano a la escocesa, claro, que resulta palpablemente distinto.

Y está sobre todo la magia que desprenden las palabras, capaces de apoderarse de algo tan sólo con nombrarlo, aquí acentuadas por la estupenda versión catalana. Y está el descubrimiento de esa magia por parte de la protagonista, en un entorno puritano, siniestro, enfermizo, con escasos resquicios para la alegría y ninguno para el humor.

La puesta en escena, sobria y onírica a un tiempo, resulta impecable, pero vuelvo a los intérpretes. Perfectamente en sus cometidos Carles Molinet y Antoni Pons, lo mismo que Rosa Serra i Torrens en una participación insólita y que los músicos pero, particularmente, vaya pedazo de actriz que es Lucía Sanchez, que en Klígula ya dio una primera prueba de su talento.

Ganivets a les gallines

Teatre Principal (Palma)

***

Autor: David Harrower. Traducción: Salvador Oliva. Versión: Joan Melià. Dirección: Pere Fullana. Intérpretes: Carles Molinet, Antoni Pons, Lucía Sánchez y Rosa Serra i Torrens. Músicos: Miquel Àngel Aguiló y Joan Garcies. Escenografía: Jordi Banal Farré. Vestuario: Antònia Fuster. Iluminación: Toni Gómez. Audiovisuales: Lluís Ortas.

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