Fabián C. Barrio confiesa que antes de aventurarse en su vuelta al mundo sobre dos ruedas en solitario era "un esclavo del dinero" y un "pijo urbanita". Después de recorrer 63 países, 120.000 kilómetros con su moto a lo largo de dos años, se convirtió en un "perro flauta". Durante once años tuvo una empresa de internet. Hizo dinero pero no era feliz. "De estos 11 años, me pasé ocho repitiéndome que tenía que cambiar de vida porque era un esclavo del dinero", confiesa. Así lo hizo y en 2012 publicó el libro Salí a dar una vuelta. Esta tarde a las 17 horas presenta Morador del asfalto en Son Servera, donde tiene un taller de confianza que le repara su 'compañera de viaje'. Lo hará en IMM Rent & Tours. En este segundo libro relata sus dos viajes solidarios: el proyecto Suraj y la ruta Mainumbi.

El motero viajero admite que cuando regresó de dar la vuelta al mundo intentó "reincorporarse a la vida de un trabajador normal" pero descubrió que le era "imposible". "La única opción racional era seguir viajando" y luego contarlo. Tardó ocho meses en completar el proyecto Suraj, que le llevó a recorrer la distancia de Madrid-Nepal para conocer el caso de niños nepalíes esclavizados en circos indios. Ahora hace dos meses que completó la ruta Mainumbi, la segunda aventura sobre ruedas gracias a la que completó los 125.000 kilómetros que separan Buenos Aires de California. Estuvo nueve meses y en esta ocasión su objetivo era doble: llevar el cine por los lugares más remotos de América Latina y donar motos a ONG's que se encuentran en situación de especial aislamiento. Los vehículos fueron donados por su patrocinador, Mutua Madrileña. En total, las organizaciones Cesal y Energía Sin Fronteras recibieron seis vehículos que permitieron que "doctores y maestros no tuvieran que desplazarse andando o en burro para llevar medicinas a las aldeas más alejadas o impartir clases". El lector podrá descubrir todas las aventuras vividas en estas dos rutas en el libro Morador del asfalto. Esta tarde Fabián C. Barrios hará un adelanto en Son Servera.

¿Y después de Morador del asfalto qué? "Los objetivos no los defino a largo plazo. Acabo de terminar el libro y estoy promocionándolo. Después ya veré lo que hago". "Por fortuna, cuando viajas te das cuenta de que las personas en el mundo no hacen planes a largo plazo como en Occidente. Los que ya somos jíbaros disfrutamos casi un poco de esa inercia de no saber muy bien qué vamos a hacer a continuación. Los proyectos irán surgiendo por el camino pero, de momento, lo que quiero es promocionar el libro y pasar Navidades con mi familia", relata.

Sin lugar a dudas hay un Fabián diferente antes y después de su primera aventura sobre dos ruedas. "Ahora no concibo comer en restaurantes sofisticados, no disfruto de las prendas de marca y me asquean los centros comerciales. He aprendido que se puede ser infinitamente más feliz teniendo muy poquito y que realmente para vivir necesitas lo que cabe en tres maletas de la moto y, a veces, ni siquiera eso. En este sentido, he cambiado mucho y ha crecido en mí un sentimiento de solidaridad y de conmiseración. El mundo es hospitalario pero inmensamente desigual. Es imposible recorrer el mundo sin sentir una profunda conmiseración que me ha obligado que mis viajes tengan un componente solidario", relata.

Ha vivido la primavera árabe en Egipto y ha pasado por países en guerra civil, pero desvela que los obstáculos más difíciles de superar en estas aventuras han sido sus "propios miedos que poco tenían que ver con la realidad". Tenía miedo de estar solo, de perderse pero no duda en señalar que lo más maravilloso de sus viajes ha sido "descubrir gente que está al borde del camino y que son una fuente de inspiración porque todos tienen historias fascinantes".