Para su exposición en Ses Voltes, inaugurada ayer en el marco del Còmic Nostrum, François Boucq (Lille, 1955) ha elegido sus obras más cercanas al tema del festival, el circo. Sus preciosas acuarelas, algunas historietas de su conocido personaje Jerónimo Puchero, o las tiras del western Bouncer, serie que publicó con Alejandro Jodorowski, se alternan con los dibujos que publica en su Facebook "por el placer de crear uno al día". Reconocido en Angoulême con su gran premio en 1998, reconocido por su virtuosismo, amor por el detalle y la composición, asegura que se enfrenta cada día a su trabajo de la manera más fresca posible, "como si nunca hubiese dibujado antes".

"El dibujo es una experiencia espiritual. Es imposible saber de dónde vienen las ideas, están por todas partes si muestras la receptividad necesaria para atraparlas. Se trata de un estado muy contradictorio, por un lado estás en tensión esperando a discurrir una idea, pero por otro necesitas mostrarte los suficientemente abierto para captarla", relata sobre su manera de trabajar, antes de desvelar que es en esos cinco minutos de duermevela que se regala antes de levantarse de la cama cuando con frecuencia le llega la inspiración. "No soy yo, ni el editor quienes decidimos, sino el personaje. Todos los personajes se vuelven así, y te exigen ser dibujados", apostilla.

El suyo, Jerôme Moucherot (Jerónimo Puchero en español) es un corredor de seguros con traje y corbata de leopardo, el macho dominante de la selva comercial, en cuyas aventuras Boucq despliega toda su ironía y sentido del humor. "Es como cualquiera de nosotros, un ser bajito que vive en un mundo donde todo es posible. Nosotros también habitamos este mismo universo, pero nos creamos la fantasía de lo racional, pensando que lo irracional no nos alcanzará. Entre la vigilia y el sueño somos más permeables a lo irracional y de ahí nace el mundo de Jerónimo. Disfruto mucho de dibujarlo para demostrar que el mundo en realidad es así," afirma.

Interesado en el cómic más narrativo, considera que sigue existiendo público para su trabajo. "Quien se acostumbra al buen dibujo lo busca toda la vida. El buen dibujo se mira con los ojos, pero también con el cerebro. Puede que las personas más reticentes al cómic sean quienes han empezado a leer letras, pero cabe recordar que el lenguaje de los símbolos y las imágenes es más ancestral". Este mismo concepto se repite en la descripción que el dibujante realiza de uno de sus materiales favoritos para plasmar sus magníficas composiciones, la acuarela, una técnica "muy primitiva que exige una gran concentración y una relación íntima con lo que estás haciendo, pues debes anticiparte al resultado. En la acuarela confluyen los tres estados de la materia, parámetros como el papel, el agua y el pigmento se mezclan y depende de cómo los utilices alcanzas un resultado u otro. Esa implicación tan fuerte no se produce, por ejemplo, con un ordenador", concluye François Boucq.